lunes, 23 de marzo de 2009

Placer



Hay cosas muy sencillas en el día a día que nos provocan un gran placer...

Escuchar una canción... o dos... o tres...
Poder llegar a casa, saber que ya no tienes que volver a salir a la calle y cambiarte, ponerte pijama o ropa cómoda. Dejar los zapatos, la ropa prieta, la ropa de ir arreglada por el mundo.
El día que me he arreglado mucho, vovler a casa y quitarme la bonita e incómoda ropa de ir arreglada, el maquillaje, las lentillas... Quitarme todas las máscaras.
Si estoy muy cansada, saber que mi perro ya ha paseado.
Salir y encontrarme con que los coles han cerrado.
Los viernes. Me encanta la sensación de tener todo un fin de semana por delante, con o sin planes. Me encanta.
Cuando se me ocurre una idea para escribir y me pongo a plasmarla sobre el papel o la pantalla. Es un gran gozo.
Cuando mi perro viene a darme mimos, y más ahora que se hace mayor. Cada vez valoro más los momentos que compartimos. (Ahora es cuando recuerdo la tarde de ayer, en que a Llamp le dio por comer trozos de tela para vomitar...)
Cuando voy al campo o al bosque y respiro. Huelo a árboles, a tierra húmeda... a veces a boñigas...
Los abrazos con amigos y gente a la que amo.
Cuando voy a dormir, después de un día largo y a-go-ta-dor.
Cuando estoy satisfecha con el trabajo bien hecho que he realizado.
Al meterme en la cama y oler las sábánas frescas, recién puestas.
Al pasar delante de un horno o panadería y oler a pan recién hecho o a dulce.
Al pasear de noche y ver la luna bien grande, brillando.
Los encuentros inesperados.
Los encuentros esperados.
Poder disfrutar de un rato leyendo.
Al abrir un libro, cuando te saluda con un suave y casi imperceptible crujido del lomo, sobretodo los nuevos. Un instante que, sobretodo los amantes de la literatura, conoce y disfruta, pues si el libro es bueno, te adentra en cuestión de instantes hacia otro mundo.
El olor a libro y páginas antiguas. El olor de los nuevos no me gusta.
Abrir un libro que leí hace tiempo, rememorar las partes que más me gustaron. Y que al hacerlo, darme cuenta de que el libro huele a cerrado, y empieza a soltar el aroma de libro usado, antiguo... que ha abandonado la fragancia de la imprenta.
Poder disfrutar un rato de soñar despierta.
Soñar despierta medio dormida, para conciliar el sueño. Imaginar un paisaje y perderme en él...
Despertar una mañana y sentir que no hay prisa, que no hay nada que hacer, que puedo quedarme un rato estirándome en la cama...

Últimamente la música parece que hable un poco por mí, sobretodo los pianos. Yann Tiersen, Philip Glass, Michael Nyman, Zbigniew Preisner...

Parece que el estilo que más me tira ahora mismo es la música minimalista. Fíjate, hay nombres para todo. Descubrí este término a principios de febrero, gracias a un concierto al que fui, invitada por mi amiga Isel, en el que un artista reusense, Robert Bonet, participaba. Me encantó. Ya podéis buscar su página web, myspace, lastfm y donde queráis. Vale muchísimo la pena. Copy-paste, Google, Buscar, et voilà!

domingo, 22 de marzo de 2009

Aquí y allá


Que no hay mucho, lo que se dice mucho, que contar. Que voy haciendo clases aquí y allá, que si las reuniones de padres, y esto y lo otro. Y que poco a poco van pasando las semanas y de repente estaré en un avión preguntándome dónde han ido a parar los meses que faltaban para el viaje.

Tampoco estoy en una temporada muy habladora, así que seguiré callada.

Feliz primavera, feliz Ostara, feliz Naw Rúz, feliz Equinocio de Primavera, feliz lo que celebréis.

martes, 3 de marzo de 2009

Sonidos


Últimamente me ha dado por observar con mis sentidos. Dejar que la visión no lo sea todo. Escuchar, oler, tocar (en medida de lo posible). Ir conociendo el mundo que me rodea a través del resto de sentidos.

Hoy comentaré especialmente la oída. El ruido, los sonidos...

La calle de ciudad, una perorata de ruidos indescifrables a primer golpe de oído. Al poco de prestar atención, diferenciamos los coches, camiones, furgonetas que pasan a lo lejos; el eco de las sirenas de ambulancia o policía; las conversaciones perdidas ...pues le dije que... ...¡Pero quieres soltar esto!... ...el contrato dice... ...qué fuerte, tía... ...el examen... ...sueldo... ...¡cabrón!.... ..¿has visto?... ...Mamá... ...dimehijo... ...quiero... El ruido que hacen las ruedas sobre el asfalto, el viento caliente que echan a los lados al pasar, los tacones de un@, cuatro, dieciséis hombres y mujeres, el carrito de la compra, la maleta con ruedas que repiquetea, un papel arrugándose, el contenedor cerrando su boca, las bocinas, las motos ruidosas, el semáforo sonoro para los invidentes...

Me he dado cuenta de una cosa bien triste, y es que cuando vamos al campo o al bosque, cuando salimos de la ciudad, apenas somos capaces de diferenciar el trino de distintos pájaros. Podremos decir que piupiupiu es distinto a grajjgrajj, sí, pero no qué animales lo hacen. O el motivo: ¿se acerca un depredador? ¿lluvia? ¿es el atardecer? Solo cuando hay mucho silencio (algo muy poco frecuente) en las ciudades, o cuando hay muchísimas aves, las podemos escuchar en la urbe. Y básicamente, por norma general, sólo escuchamos una limitada variedad de ellas: palomas, tórtolas, gorriones y, de vez en cuando y a ciertas horas, gaviotas. Estorninos dos veces al año. Cuervos y córvidos los que viven pasada la frontera de España hacia el norte.

En cambio, somos capaces de detectar con una precisión asombrosa que se acerca un vehículo, a calcular la distancia a la que se encuentra de nosotros. Podemos saber qué tipo de vehículo es: moto, coche, camión, tractor... Los más avezados pueden diferenciar entre marcas y modelos. Y un buen mecánico o aficionado a la mecánica podrá saber si el ruido de ése coche se debe a que el motor de arranque está obturado, si se han equivocado de carburante, si le falta aceite o diez motivos más.

Hemos aprendido los ruidos de los coches, pero hemos olvidado los sonidos de la naturaleza: los árboles meciéndose con el viento, los pájaros, el pisar de un animal sobre la hierba. No nos asusta salir una noche por la ciudad y andar solos, siendo un blanco perfecto para atracadores, violadores, accidentes... Pero nos aterra la idea de pasar una noche a oscuras en un bosque, donde no hay ni una centésima parte de los peligros que podemos encontrar en ciudad. A cada ruido que oigamos se nos erizarán los pelos de la nuca y nuestra imaginación nos hará temblar pensando qué ha podido provocarlo .

Me pregunto, tristemente, si ha valido la pena cambiar nuestro conocimiento. Supongo que todo se debe a que nos adaptamos al medio en el que vivimos. Pero ahora estamos pegados a las televisiones y a las predicciones meteorológicas, cuando hace no tanto tiempo, viendo el comportamiento de las aves y otros animales podíamos saber a qué atenernos.

Hay muchos dichos populares: Cel rogent, pluja o vent (Cielo rojo, lluvia o viento).

Siempre lo digo y lo pienso: he nacido en el siglo equivocado y en el lugar incorrecto. Soy mujer de campo. Quiero volver al bosque y, tristemente, apenas sé diferenciar los tipos de árbol y las clases de aves que oigo cantar.