Hace años tuve mi primer
"toque de atención" cuando tuvimos un accidente de coche. Empecé a
cambiar pequeñas cosas y creo, cuatro años después, que lo que viví después de
eso me hizo quien soy ahora. Eso, y otras muchas, muchísimas, otras pequeñas
cosas.
Disfrutar más, enfadarme menos,
amar más, esperar menos , ser más flexible, ser capaz de hablar más y callarme
menos... y creo que también ser más fuerte, más equilibrada. Me quedan muchas
por aprender, claro, pero me siento agradecida por las que he aprendido hasta
ahora. Por la gente que he conocido, por los que han llegado, por los que se
han ido, por los que se han quedado, aunque hagamos caminos diferentes. Quienes
forman parte de mi vida son maestros para mí. Cada día aprendo algo de alguien,
veo virtudes y detalles de la gente que posiblemente ellos mismos ni se den
cuenta de que están ahí. Y es posible que lo mismo pase conmigo, que yo misma
no vea lo que ve el resto en mí.
La cosa es que creo que se acerca
otro Gran Cambio, me toca armarme de paciencia y tranquilidad. Y, ¿sabéis qué?
Hoy he amanecido nerviosa, con algo de miedo y la cabeza llena de "y
si", unos más probables y posibles que otros. Tal vez se hagan realidad,
tal vez no, pero no tiene sentido dejarse llevar por un torrente de miedo y duda.
Así que me he puesto a meditar.
Hacía demasiado tiempo que no lo
hacía y llevaba meses pensando en regresar. ¿Regresar a poner una vela,
incienso y música suave? Pues sí: regresar a escucharme. Porque si me escucho,
me calmo. Si me digo que todo va a ir bien, me lo creo. Y, si no fueran bien
las cosas (espero que no), tampoco me enteraría, así que el miedo a sentir
dolor queda fuera de la ecuación.
Entonces, meditando me he dado
cuenta de una serie de cosas. Yo sigo mucho los ritmos de la naturaleza y el
calendario celta. Samhain, el Día de los Muertos, está cerca, es la semana que
viene, a dos días de mi "Gran Cambio". Lo he visto muy claro. Una
parte de mí muere, literalmente, para que el resto de mí pueda seguir viviendo,
más ligera, más segura, más sana. Es otoño, cuando empieza la época del
recogimiento y la recolecta... Estaré unos meses bastante tiempo en casa, de
reposo, recuperándome, reconociéndome durante el invierno. El "Gran
Cambio" es una operación. Me van a anestesiar para quitarme algo que ha
estado siempre conmigo, una cuerda (aka "intestino", aunque queda más
poético decir cuerda) que se corta para seguir adelante, un modo de cortar con
el pasado, con quien fui. Es lo más cerca que estaré de la "muerte"
hasta que muera, creo. Aunque cada vez que dormimos, es como una pequeña muerte
de la que despertamos (hasta que dejamos de hacerlo, claro).
En fin, que he llegado a una
serie de conclusiones que me han hecho sentir mejor con toda la situación, y no
es que la llevara mal, porque vamos, si tiene solución ¿para qué preocuparse?
Si me lo tienen que hacer sí o sí, ¿para qué darle más vueltas de las
necesarias?
La cosa es que mientras estaba
terminando de escribir este texto, por la noche, me llamó uno de los médicos
para decirme que había algo que empezaba a hacer el tonto ahí dentro y que qué
fecha tenía para operarme, cuando le dije que era la semana que viene se quedó
más tranquilo. Era una de esas cosas que no quieres tener más tiempo del
necesario dentro si es evitable. Y lo es.
Me considero una persona
optimista y realista. Optimista porque siempre trato de mirar la parte buena de
una situación, sea la que sea, y de tirar hacia adelante. Y realista porque he
vivido suficientes situaciones como para saber que con ser optimista y pensar
solo en lo mejor no lo es todo. Hay veces que por más que pongas de tu parte y
te cuides o hagas todo lo que puedas, acaban pasando cosas inesperadas que
preferirías que no ocurrieran nunca.
Prefiero que estas no me pillen
de mucha sorpresa. Eso significa que sí, trato de sacar de una situación lo mejor, pero sé que nada es para siempre,
como decía la canción de la serie de Antena 3 de finales de los noventa, que en
ocasiones suceden cosas que están fuera de nuestro control y que aunque nos
molesten y no las queramos, pues están ahí como los mosquitos cojoneros del
verano, así que es mejor disfrutar cada día, pero disfrutarlo de verdad, aunque
no haya cosas especiales como cenas preciosas o viajes. Si estás vivo y estás
bien, disfrútalo. Si estás en un buen momento en tu vida, aunque a veces te
aburras, aunque vuelvas cansado del trabajo, aunque encuentres peros en tu
vida, disfrútalos. La vida termina siempre súbitamente. No sirven los
"pero parecía que estaba bien", "no se veía nada grave",
"era una operación sencilla" o "quién lo iba a decir, aun era
joven". No des por sentado que siempre tendrás tiempo para hacer algo que
te gusta o que tienes ganas, porque el tiempo no es infinito. Tenemos el que
tenemos y nos toca aprovecharlo lo mejor posible, con la gente y las cosas que
hacer que nosotros decidamos, pero dejarlo correr es siempre un error.
Deja las preocupaciones vanas,
los qué dirán, acércate a los que quieres y aléjate de las personas y
situaciones tóxicas. Si hay algo que no te gusta, de verdad, CÁMBIALO, no pasa
nada, hay muchas soluciones, aunque duelan los cambios o se haga cuesta arriba.
Di que no, no te fuerces, o lánzate y di que sí a probar algo nuevo si te
apetece. Disfruta, apasiónate, deja de pensar las cosas demasiado, es una
pérdida de tiempo. VIVE, trata de ser feliz, porque aunque creas que la muerte
es algo lejano, no lo es, nos acompaña desde que nacemos y la intentamos negar
porque nos aterra, porque es un cambio que da miedo, porque tenemos miedo a
estar solos, a dejar a los que amamos, porque cuando la ves cerca te paras a
pensar en TODO lo que tienes por disfrutar y por hacer y no has hecho.
De vez en cuando se necesitan
llamadas de atención.
Lógicamente, no quiero morir
todavía y tampoco quiero preocupar a nadie, pero a veces pasan cosas. No quiero
dejar esto como un "por si acaso", sino como una reflexión personal y
muy íntima abierta a todos, especialmente a los que quiero y a quien se pase
por aquí, aunque sea de chiripa.
No hace falta ir en plan "Mr
Wonderful ©"
por la vida, donde todo siempre es maravilloso y feliz y chachipiruli, porque
pasan mierdas y te salpican, hablando en plata. Pero siempre puedes ponerle un
lacito a la mierda y un poco de purpurina para que lo sea menos. Todo llega y
todo pasa, incluso esto, incluso todos los que conozco, algún día ya no
estarán.
Espero seguir estando durante
mucho, mucho tiempo, pero si dejo de estarlo, me gustaría que se me recordara
con una sonrisa por las muchas veces que he sido patosa, por los comentarios
graciosos, por los chistes malos-malos que suelto... Por ser quien soy, vaya.
Hace años, muchos, estuve en un momento en que pensaba que si desaparecía no le iba a importar a mucha gente. Es un pensamiento triste y un momento aún más triste para que llegues a pensar algo así. Y ahora, veo la cantidad de gente que he ido "acumulando" a lo largo del tiempo, y son todo eso, gente estupenda y maravillosa (aunque pueda quedar cursi decirlo) y veo que están pendientes de mí, de mi estado, que les importo... y eso llena. Y es bonito. Y me siento muy agradecida.
He de decir que empecé a escribir esto hace dos semanas y mi intención era dejar el blog en automático para que lo colgara él solito el día de la operación. Pero al final se me pasó. Así que estos dos últimos párrafos los escribo el segundo día de estar en casa después de la operación, que fue incluso mejor de lo esperado y en que llevo desde hace casi una semana absolutamente anonadada por la cantidad de gente que se ha interesado por mi estado y ha estado pendiente de mí. De verdad, gracias.