Es una palabra bonita, ¿verdad?
arrebujar.
(De rebujo1).
2. tr. Cubrir bien y envolver con la ropa de la cama, arrimándola al cuerpo, o con alguna prenda de vestir de bastante amplitud, como una capa, un mantón, etc. U. m. c. prnl.
Me gusta arrebujarme entre las mantas y las batas al volver de la calle helada, tomar un té calentito, con un libro en la mano o algo agradable que hacer y una infusión calentita o un té. Es lo mejor. Me encanta el otoño y el invierno para poder arrebujarme en el calor del hogar y de las cosas agradables.

A los dieciséis años fui por primera vez a Alemania durante una semana. Los últimos días nos alojamos en un albergue a las afueras de Freiburg, en medio de un bosque. Freiburg está cerca de la Selva Negra. Es una zona preciosa y la ciudad me robó el corazón. Tengo muchísimas ganas de regresar algún día... Pues bien, en el albergue, a mis compañeros de instituto y a mí, nos servían en el desayuno y la cena agua hirviendo con bolsitas de té de mil y un sabores. Yo estaba feliz. Mis compañeros, no. Eran más de leche, colacacao y café. Se quejaban de que comíamos con té y zumo de frutas (curioso, ¿verdad?). Y la verdad es que tanto el té, como el zumo de frutas, que sabían mejor que los que nos venden aquí, estaban muy ricos. Me quedé con un grato recuerdo de aquél albergue y con la curiosidad de que... al estomago y a tu bienestar les sienta mejor que comas con bebidas calientes o templadas a que sea con frías, que es lo que hacemos más por aquí. Os recomiendo que lo probéis.
Cuando tenía diecinueve o veinte años empecé a frecuentar una cafetería de mi ciudad que está pared con pared con la Catedral. Me encantaba ir con algunas personas en especial, dado que siempre salían conversaciones trascendentales, proyectos y sueños. Nos gustaba mucho ir porque tenía una amplia lista de tés (de la Tea Shop) y de Chocolates (Eraclea). Me dejaba dinero, porque era (y lo sigue siendo) cara, pero me valía la pena por los grandes momentos.
Fue un día, después de volver de allí, dónde se me ocurrió La Tienda de Ensueño. Intenté captar la magia del arrebujarse. De entrar en calor, de tomar el té, del olor a incienso, de las mantas y las alfombras. De sentirte como en casa, en un hogar. De crear un lugar y un relato acogedor. Y Loreena McKennitt ayudó mucho.
Luego abrió Istambul, una tetería-kebab ambientado al estilo turco, con velas, alfombras, sillas y mesas bajas, cojines, cortinajes, poca luz y música árabe. Y entre la catedral y el Istambul, me pasaba las tardes de los fines de semana. Té, té, té, chocolate y té.
Por ésa época también frecuentaba un restaurante, que cambió un par de veces de localización, en que servían un té con menta muy rico y hacían un cus-cús impresionante y sopa harira que está que te mueres y donde el dueño es una persona la mar de simpática. Parte de tercero de filología me lo saqué entre esas paredes, estudiando mientras me tomaba té con una amiga.

Pero cerraron.
Y me quedé sin el té.
Ahora voy a una cafetería pequeñita que han abierto, también cerca de mi casa, donde hacen unas increíbles magdalenas de queso y el trato es muy agradable.
Pero bueno, a lo que iba. Que cuando hace frío y los días son grises, apetece arrebujarse entre mantas y tés calentitos, hacer que te sientas bien. Porque arrebujarse, al fin y al cabo es eso, es sentirse bien. ¿Qué hay más agradable que pasar frío y llegar a un lugar donde las personas, el ambiente y la magia de un té te den la bienvenida?