lunes, 3 de noviembre de 2014

Wake up call

Hace años tuve mi primer "toque de atención" cuando tuvimos un accidente de coche. Empecé a cambiar pequeñas cosas y creo, cuatro años después, que lo que viví después de eso me hizo quien soy ahora. Eso, y otras muchas, muchísimas, otras pequeñas cosas.

Disfrutar más, enfadarme menos, amar más, esperar menos , ser más flexible, ser capaz de hablar más y callarme menos... y creo que también ser más fuerte, más equilibrada. Me quedan muchas por aprender, claro, pero me siento agradecida por las que he aprendido hasta ahora. Por la gente que he conocido, por los que han llegado, por los que se han ido, por los que se han quedado, aunque hagamos caminos diferentes. Quienes forman parte de mi vida son maestros para mí. Cada día aprendo algo de alguien, veo virtudes y detalles de la gente que posiblemente ellos mismos ni se den cuenta de que están ahí. Y es posible que lo mismo pase conmigo, que yo misma no vea lo que ve el resto en mí.

La cosa es que creo que se acerca otro Gran Cambio, me toca armarme de paciencia y tranquilidad. Y, ¿sabéis qué? Hoy he amanecido nerviosa, con algo de miedo y la cabeza llena de "y si", unos más probables y posibles que otros. Tal vez se hagan realidad, tal vez no, pero no tiene sentido dejarse llevar por un torrente de miedo y duda.

Así que me he puesto a meditar.

Hacía demasiado tiempo que no lo hacía y llevaba meses pensando en regresar. ¿Regresar a poner una vela, incienso y música suave? Pues sí: regresar a escucharme. Porque si me escucho, me calmo. Si me digo que todo va a ir bien, me lo creo. Y, si no fueran bien las cosas (espero que no), tampoco me enteraría, así que el miedo a sentir dolor queda fuera de la ecuación.

Entonces, meditando me he dado cuenta de una serie de cosas. Yo sigo mucho los ritmos de la naturaleza y el calendario celta. Samhain, el Día de los Muertos, está cerca, es la semana que viene, a dos días de mi "Gran Cambio". Lo he visto muy claro. Una parte de mí muere, literalmente, para que el resto de mí pueda seguir viviendo, más ligera, más segura, más sana. Es otoño, cuando empieza la época del recogimiento y la recolecta... Estaré unos meses bastante tiempo en casa, de reposo, recuperándome, reconociéndome durante el invierno. El "Gran Cambio" es una operación. Me van a anestesiar para quitarme algo que ha estado siempre conmigo, una cuerda (aka "intestino", aunque queda más poético decir cuerda) que se corta para seguir adelante, un modo de cortar con el pasado, con quien fui. Es lo más cerca que estaré de la "muerte" hasta que muera, creo. Aunque cada vez que dormimos, es como una pequeña muerte de la que despertamos (hasta que dejamos de hacerlo, claro).

En fin, que he llegado a una serie de conclusiones que me han hecho sentir mejor con toda la situación, y no es que la llevara mal, porque vamos, si tiene solución ¿para qué preocuparse? Si me lo tienen que hacer sí o sí, ¿para qué darle más vueltas de las necesarias?

La cosa es que mientras estaba terminando de escribir este texto, por la noche, me llamó uno de los médicos para decirme que había algo que empezaba a hacer el tonto ahí dentro y que qué fecha tenía para operarme, cuando le dije que era la semana que viene se quedó más tranquilo. Era una de esas cosas que no quieres tener más tiempo del necesario dentro si es evitable. Y lo es.

Me considero una persona optimista y realista. Optimista porque siempre trato de mirar la parte buena de una situación, sea la que sea, y de tirar hacia adelante. Y realista porque he vivido suficientes situaciones como para saber que con ser optimista y pensar solo en lo mejor no lo es todo. Hay veces que por más que pongas de tu parte y te cuides o hagas todo lo que puedas, acaban pasando cosas inesperadas que preferirías que no ocurrieran nunca.

Prefiero que estas no me pillen de mucha sorpresa. Eso significa que sí, trato de sacar de una situación  lo mejor, pero sé que nada es para siempre, como decía la canción de la serie de Antena 3 de finales de los noventa, que en ocasiones suceden cosas que están fuera de nuestro control y que aunque nos molesten y no las queramos, pues están ahí como los mosquitos cojoneros del verano, así que es mejor disfrutar cada día, pero disfrutarlo de verdad, aunque no haya cosas especiales como cenas preciosas o viajes. Si estás vivo y estás bien, disfrútalo. Si estás en un buen momento en tu vida, aunque a veces te aburras, aunque vuelvas cansado del trabajo, aunque encuentres peros en tu vida, disfrútalos. La vida termina siempre súbitamente. No sirven los "pero parecía que estaba bien", "no se veía nada grave", "era una operación sencilla" o "quién lo iba a decir, aun era joven". No des por sentado que siempre tendrás tiempo para hacer algo que te gusta o que tienes ganas, porque el tiempo no es infinito. Tenemos el que tenemos y nos toca aprovecharlo lo mejor posible, con la gente y las cosas que hacer que nosotros decidamos, pero dejarlo correr es siempre un error.

Deja las preocupaciones vanas, los qué dirán, acércate a los que quieres y aléjate de las personas y situaciones tóxicas. Si hay algo que no te gusta, de verdad, CÁMBIALO, no pasa nada, hay muchas soluciones, aunque duelan los cambios o se haga cuesta arriba. Di que no, no te fuerces, o lánzate y di que sí a probar algo nuevo si te apetece. Disfruta, apasiónate, deja de pensar las cosas demasiado, es una pérdida de tiempo. VIVE, trata de ser feliz, porque aunque creas que la muerte es algo lejano, no lo es, nos acompaña desde que nacemos y la intentamos negar porque nos aterra, porque es un cambio que da miedo, porque tenemos miedo a estar solos, a dejar a los que amamos, porque cuando la ves cerca te paras a pensar en TODO lo que tienes por disfrutar y por hacer y no has hecho.
De vez en cuando se necesitan llamadas de atención.

Lógicamente, no quiero morir todavía y tampoco quiero preocupar a nadie, pero a veces pasan cosas. No quiero dejar esto como un "por si acaso", sino como una reflexión personal y muy íntima abierta a todos, especialmente a los que quiero y a quien se pase por aquí, aunque sea de chiripa.

No hace falta ir en plan "Mr Wonderful ©" por la vida, donde todo siempre es maravilloso y feliz y chachipiruli, porque pasan mierdas y te salpican, hablando en plata. Pero siempre puedes ponerle un lacito a la mierda y un poco de purpurina para que lo sea menos. Todo llega y todo pasa, incluso esto, incluso todos los que conozco, algún día ya no estarán.





Espero seguir estando durante mucho, mucho tiempo, pero si dejo de estarlo, me gustaría que se me recordara con una sonrisa por las muchas veces que he sido patosa, por los comentarios graciosos, por los chistes malos-malos que suelto... Por ser quien soy, vaya.

Hace años, muchos, estuve en un momento en que pensaba que si desaparecía no le iba a importar a mucha gente. Es un pensamiento triste y un momento aún más triste para que llegues a pensar algo así. Y ahora, veo la cantidad de gente que he ido "acumulando" a lo largo del tiempo, y son todo eso, gente estupenda y maravillosa (aunque pueda quedar cursi decirlo) y veo que están pendientes de mí, de mi estado, que les importo... y eso llena. Y es bonito. Y me siento muy agradecida.

He de decir que empecé a escribir esto hace dos semanas y mi intención era dejar el blog en automático para que lo colgara él solito el día de la operación. Pero al final se me pasó. Así que estos dos últimos párrafos los escribo el segundo día de estar en casa después de la operación, que fue incluso mejor de lo esperado y en que llevo desde hace casi una semana absolutamente anonadada por la cantidad de gente que se ha interesado por mi estado y ha estado pendiente de mí. De verdad, gracias. 

domingo, 16 de marzo de 2014

Estaba fregando los platos...

... y me he sentido feliz. Así, sin más.

La máquina a mi lado estaba batiendo la crema pastelera con la que voy a rellenar la masa brisa para hacer una tarta de fresas que más tarde llevaré a casa de mis padres (no entera, posiblemente me quede una parte).

Ha sido un poco como la magdalena del Sr. Proust. El olor a crema pastelera me ha llevado de vuelta a los 12 años, cuando la preparé por primera vez una mañana en que estaba sola en casa y no había nada que me apeteciera para desayunar. Justo cuando la estaba terminando de hacer, llegó mi madre y al verla, bajó a la panadería a por unos bollos dulces para poderlos rellenar.

Me he acordado de una entrada de una bloguera que sigo desde hace poco, a Biscayenne, que no solo pone recetas de cocina vasca tradicionales, sino que lleva a cabo una exhaustiva investigación por los nombres célebres de la gastronomía vascuence de antaño. Esta tarde había leído por enésima vez cómo se preparaba un Kounig Amann, una tarta-pan dulce hojaldrado bretón mantequilloso. En realidad es el que prepara Amélie al final de la película, pero en castellano la voz en off decía "mientras Amélie prepara su rico pastel de ciruelas" (al descubrirlo me sentí un poco engañada por los medios, a la vez que me decía que tendría que volver a verla en francés subtitulada). Y entonces escuché a Yann Tiersen de fondo. Hace tiempo que no lo escuchaba y...

Y el olor de la crema pastelera, Amélie, los platos, el detergente, la tarta de fresas, los amigos a los que vi ayer, la gente que estoy conociendo últimamente, Yann Tiersen, el rol de los jueves, los mimos de Nahia y mi vida en general, se ha condensado todo de repente y me ha hecho sentir feliz.

Después he pensado que como hay algunas nubes de tormenta en el horizonte, igual todo dejaba de ser como es ahora.

Pero, al fin y al cabo, ¿qué más da? En ese momento me sentía feliz y eso es algo que me queda para siempre. Un momentito sencillo de atesorar en un pequeño baúl de mi corazoncito metafórico.





Y ahora me vuelvo a terminar la tarta de fresas...