martes, 18 de enero de 2011

500 días



500 Days of Summer (o 500 Días Juntos, como la tradujeron aquí) es una de mis películas "románticas" preferidas. Como dicen en ella, al principio: no es una historia de amor, es una historia sobre el amor. Chico conoce chica, chico se enamora, chica no.

Es una historia en que, quien más quien menos, se siente identificado en algún punto. Una de las mejores cosas es que no se trata de la típica historia ñoña que solemos encontrarnos que hace que hasta los más golosos se vuelvan diabéticos. Otra de las grandes cosas es la banda sonora, que tiene unos cuantos temas impresionantes. Luego está el guión y los actores. Y por otro lado, el mensaje.

Es curioso porque se me suele quedar más la historia de los dos protagonistas que el final en si.

Y es que el final es uno de esos finales que te dan esperanza y ganas de seguir adelante. 

El chico, como aprendemos a los pocos minutos de empezar la peli, es un arquitecto. Pero por cosas de la vida (alias no-encontrar-trabajo-en-mi-sector) se mete a trabajar en la industria de las tarjetas de felicitación (sí, las de ¡Felicidades!, ¡Enhorabuena por tu trabajo!, etc etc que en los países de habla anglosajona se utilizan tanto). ALERTA SPOILERS DE AQUÍ EN ADELANTE! (Para leerlo, pasar el cursor por la zona oscura de abajo y seleccionar :).

Lo que siempre olvido del final es que Tom (el prota) cuando se ha quedado hundido hasta el cuello de mierda y barro, manda a tomar por culo el trabajo que no le aportaba nada, se despereza y sale a cumplir su sueño y objetivo que había dejado aparcado durante tanto tiempo: arquitectura. Y vale, puede parecer la típica chorrada y final feliz... pero no sé si es porque cuando la vi (y aun ahora me pasa) me caló.