viernes, 15 de diciembre de 2006

Diciembre

Diciembre es un mes contradictorio para mí desde hace años.

Por una parte, el ambiente me contagia la alegría: las luces, la ilusión de hacer regalos, de recibir una sonrisa, un abrazo, un chocolate caliente... Pero también es algo melancólico. El recuerdo de los que falta se hace más patente en estas fechas. Las sillas vacías son más notórias, aunque coloquen más sillas nuevas en la mesa. Hasta la adolescencia este mes no traía la melancolía ni la tristeza.

Hoy, estando en clase, he mirado por la ventana. Era la imagen del otoño que a mi me gusta. Cielo nublado y gris detrás de las ramas semidesnudas de algunos árboles, con las hojas marrones todavía colgando de ellos. Durante unos instantes me he sentido feliz de verlo otra vez.

La semana pasada fue muy especial. Es una de esas semanas que sé que recordaré por el resto de mi vida, si no es que hay alguna enfermedad que me ataque los recuerdos cuando sea (o no) mayor. Esperemos que no suceda. Adoro mis recuerdos.

Hubo momentos especiales, charlas, juegos, risas, una puesta de Sol, recuerdos acumulados, reflexiones. Una visita inesperada, un paseo, un té caliente al lado de la Catedral, una charla. Sinceridades.

Ayer en clase de literatura irlandesa hablamos de James Joyce, uno de los grandes exponentes de la literatura. Hablamos de una historia corta, recogida en Dubliners, que se llamaba "The Dead". Lo que decía el texto, diciembre, la puesta de Sol, el LUGAR, la muerte... hicieron que los recuerdos volvieran a estar a primera fila, excavaron en las profundidades.

Cada vez es distinto, parece más lejano. A veces pienso en si de verdad le conocí. En un par de días hará 6 años. Se dice pronto. Cuando la gente se marcha y no vuelve, llega un momento en que piensas en el antes, en como era todo entonces. Todavía tengo presente la textura de su piel, el olor que desprendía, sus gafas, su sonrisa, sus proyectos. Y me vienen flashes del final. Es en esos momentos en que me pongo algo triste. Me pregunto si me verá, si está a mi lado hablándome y no le oigo ni le veo. Me pregunto si sabrá lo que le escribí, si verá las fotos que le hice en sus lugares cuando ya no estaba.

Trato de evitar que las lágrimas se escapen, guardo la tristeza dentro un poco más. No me apetece dar explicaciones.

Es curioso como cuando falta alguien nos damos cuenta del vacío que queda, es curioso que cuando falta alguien tratamos de suplir alguna manera el vacío que nos deja. Yo lo hice con un lugar.

Ahora quieren destrozar ese lugar porque incumple la Ley de Costas. Me da miedo que no vuelva a ser como lo conocí, que cuando lo destrocen ya no pueda volver. Que me quede sin lugar. Sin el regalo que me hizo.

Diciembre, dentro de unos días, me hará ilu por los regalos que querré regalar, por las sonrisas que recibiré cuando los entregue. Diciembre, dentro de unos días, habrá calmado las lágrimas. Diciembre, dentro de unos días, traerá otros recuerdos de la silla vacía en mi otra casa.

Al Fortí de la Reina, la mar era teva

(escribo esto porque quiero y para expresarme. Por favor, no escribáis nada de "lo siento mucho" ni cosas así. Gracias ;)

Besos mil!!

domingo, 3 de diciembre de 2006

Serenade me

He estado escuchando a Dover después de muchos años. Me trae tantos recuerdos...
Recuerdos de cuando me sentía herida por dentro, confundida con el mundo, sin entender tantas cosas. Confusión. Recuerdo cómo una parte de mi deseaba rebelarse y ser un poco como ellos.
Dover ha cambiado mucho. He escuchado su última canción famosa, que ya la había oido en alguna tienda de música o de fondo en algún sitio sin saber que era de ellos. Me ha dado algo de pena. Se llaman Dover pero ya no son Dover, no al menos los Dover rebeldes que conocía y admiraba. Yo sigo siendo yo misma, pero ya no soy la Inanna quinceañera. Tal vez los Dover que me gustaban fueron una etapa y ahora empiezan otra, tal y como yo he ido haciendo.

Al reescucharlos mi parte rebelde parece despertar y recordarme que sigue latente en algún lugar. Solo que a mi modo ya soy rebelde, no como pensaba que sería hace casi 7 años, sino una rebelde del estilo de ser diferente al mundo.

O eso creo.

Tal vez solo sean espejismos que nos creamos. Tal vez pretenda ser alguien que no soy. Tal vez pienso que soy distinta y soy un reflejo más de una sociedad que no cesa de plagiarse a sí misma.

Actualmente decimos que estamos en una sociedad muy individualista. Lo importante es el individuo, la persona que, egoístamente, hace lo que le traerá provecho. A la vez, esta sociedad tan individualista, crea unos individuos que son todos iguales. Pensamos que somos distintos pero miramos lo que hacen los demás y es exactamente lo mismo que haces tú. Es una sociedad que se plagia a sí misma.

Siglos atrás los clanes, las tribus eran lo más importante. No existía la concepción de individuo. El Todo era el Uno, y cada uno dentro del clan tenía su función. Era distinta la función del leñador, a la del herrero y del pescador. Ahora ya no hay clanes y tenemos grupos de leñadores, de herreros y de pescadores que lo son porque su vecino es un leñador, un herrero o un pescador.

¿Pluralidad?

Creo que es discutible.



Elle, al poner un link a un vídeo de Dover, sin quererlo ha hecho que los volviera a escuchar. Gracias a esto, he escrito otro post :). Gracias también por la llamadita de esta tarde ;), ha sido un pequeño oasis.

viernes, 1 de diciembre de 2006

The Last Unicorn

Escribo esta entrada en honor y en respuesta a Elle y a su Alicia y el Unicornio. Sé que siempre te estoy dando la paliza con lo maravilloso y precioso y perfecto que es "El Último Unicornio" de Peter Beagle, pero es que es la verdad XD. Te dejo aquí la reflexión que sale al principio de la novela y de la peli (1982), porque me ha recordado en sobremanera a lo que has dicho.

(Escenario: un bosque al atardecer. Dos cazadores, el uno mayor, con barba negra y el otro más joven y pelirrojo, se deciden a entrar)

CAZADOR VIEJO: No me gustan estos bosques. Las criaturas que habitan en los bosques de un unicornio, aprenden magia con el paso del tiempo, sobretodo en lo que respecta a desaparecer.
CAZADOR JOVEN: ¿Unicornios? Creí que solo existían en los cuentos de hadas... Este es un bosque como cualquier otro... ¿no es así?
CV: ¿Por qué no caen, entonces, las hojas? ¿Por qué no nieva? ¿Por qué es siempre primavera? Te digo que queda un unicornio vivo en el mundo, y mientras viva en este bosque jamás podremos cazar en él.
CJ: ¡Vámonos, entonces, a cazar a otro sitio!
CV: De acuerdo. ¡Quédate aquí, pobre criatura! ¡Este mundo no está hecho para tí! Sigue en este bosque y mantén verdes y floridos los árboles, y a tus amigos, protégelos, ¡que tengas suerte, pues eres el último!

(Ambos se alejan cabalgando. Aparece un unicornio entre la espesura, que los ha estado escuchando)
UNICORNIO: ¿Soy yo el último unicornio que queda? ¿El último?
No puede ser. ¿Por qué iba a ser el último? ¿Qué sabe el hombre?
El que no haya visto unicornios desde hace tiempo, no
significa que hayamos desaparecido. Siempre ha habido
unicornios: somos tan antiguos como la Luna, tan viejos
como el cielo. Nos pueden atrapar, cazar e incluso matar
si abandonamos nuestros bosques, pero no podemos
desaparecer. ¿Será cierto que soy el último?



La Unicornio, en plena crisis existencial.