lunes, 15 de agosto de 2005

Tiempos Extraños

(Fragmento sacado de "El Hombre que Soñaba Demasiado", la autobiografía de Gonzalo Suárez: escritor, guinista, cineásta y hombre de mundo y de sueños).

<<<

Efectivamente, los tiempos extraños se nos vinieron encima. Sin pedalear. Respetando el paso a paso del día a día, el pulso de las horas, el fluir de los años y el descalabro de las décadas. Probablemente, eran tiempos tan extraños como los de siempre. Pero parecían peores.

El mundo era un gran salón de juegos donde se mataba virtualmente la verdad. Los niños morían despedazados por bombas inteligentes. Las matanzas se denominaban daños colaterales. Las invasiones, guerras preventivas. Los asesinatos, ejecuciones selectivas. Un barril de petróleo valía torrentes de sangre derramada. La rapiña era la legítima consecuencia de impartir tiros a la democracia. La humillación y tortura de los prisioneros, un divertimento criminal y porno para sus captores. Las más nefastas decisiones gozaban de impunidad, puesto que la mentira estaba permitida. Los gobiernos podían optar entre la dignidad de haber mentido o la incompetencia de haberse dejado engañar. En cualquier caso, la estulticia asesina alimentó al monstruo que decían combatir, y su sombra ensombreció, más aun, el mundo entero. Pero no era eso lo que hacía que los tiempos fueran extraños. Ni siquiera la proximidad del dolor en el más salvaje de los atentados que había sufrido la ciudad de Madrid. El odio fanático en nombre de un dios se contraponía a la fanática codicia en nombre de otro dios. Nada nuevo. Si los tiempos se habían vuelto extraños no era porque las pesadillas ya no necesitaran ser soñadas, sino porque los sueños ya no incitaban a ser realizados. La muerte de la razón acarreaba, paradógicamente, la muerte de las utopías. (...)

(...) Como si la humanidad dispersa hubiera creado una nebulosa pensante y el aura de sus líderes quedara diluida, dejándolos al desnudo. De nada les valía la seducción y el engaño. Solo la mentira. Puesto que la opinión no requería criterio, ni el pensamiento reflexión. Sólo propaganda. Donde las catástrofes aunaban sentimientos, las banderas los separaban. La vulgaridad, y no la cultura, era el valor que unía a los pueblos más allá de sus fornteras. No resultaba fácil cabalgar en tiempos tan extraños.
>>>


Y hasta aquí lo dejo. ¿Qué os ha parecido? ¿Qué opinais? Un tema bastante diferente a lo q suelo escribir. He terminado esta tarde el libro, que me ha parecido bastante bueno, la verdad y, como me ha hecho pensar en diferentes ocasiones, pienso que ha valido la pena. Volviendo a esto, creo que relata bastante bien la situación actual del mundo, y eso q ya tiene más de 15 años (eso q habla de Madrid, se refiere a los atentados de ETA de Hipercor... aunque tal vez también se refiera al del 11-M). Y bueno, que me ha gustado cómo dice las cosas.

Un abrazo a todos!

No hay comentarios: