sábado, 12 de mayo de 2007

Latas de Silencio


Latas de silencio, latas de serenidad, latas de calor humano… Todo lo que uno no poseía y necesitaba, estaba en venta. Mis favoritas eran las latas de silencio. Calmaban el ambiente en un instante y duraban bastante. Era increíble. En los momentos en que sentía que iba a estallar, cuando los ruidos se habían apoderado de mi cabeza y todo me agobiaba, abría una de esas latas. En cuestión de segundos, no había ni un solo ruido. Ni televisor del vecino, ni llantos de niños anónimos, ni la calle con sus vehículos… solo estaba yo. Y una habitación de blanco, que iba incluida en algunas latas en el pack silencio. Entonces, podías trabajar, relajarte, caminar un poco…

Ya me di cuenta la primera vez que probé una que el silencio eran tan absoluto, tan infinito que parecía artificial. En ningún momento antes en mi vida había escuchado ése silencio. Ni en una noche, lejos de la ciudad y en el campo, ni en un desierto, dónde solo había estrellas, cielo negro y arena.

Llegaba un momento en que deseabas que terminara, pues parecía que te ibas a quedar eternamente en un encierro.

Si te ocurría con el silencio de la lata normal, te tranquilizabas porque al salir de tu cuarto, podías ver a gente y comunicarte con ellos por escrito. Pero una vez… una vez sí lo pasé mal. Abrí una lata de silencio con habitación blanca incluida y duración extra de 2 días, por aquello de terminar el trabajo y concentrarse mejor. Pues bien, la lata salió defectuosa y estuve encerrada, ¿cuánto? ¿Una? ¿Dos semanas?

Desde entonces no me fiaba tanto de ellas. Al menos de las que añadían 2 días de efecto.

27 abril de 2007

1 comentario:

Didi dijo...

M'agrada molt, en serio :P