jueves, 10 de diciembre de 2009

El Mago de las Luces



Hace mucho que no escribo. Y cuando digo mucho es mucho.

Hoy he creado un personaje nuevo. Sin historia. Ha aparecido de la nada... y creo que me va a ir cayendo bien. Os pongo lo que he escrito sobre él. Para variar... es una de mis típicas "la parte de en medio de una historia". De momento no tiene nombre, aunque os he de advertir que viste de negro (entero), lleva un sombrero de copa, capa hasta los tobillos, botas militares y un cinturón lleno de bolsillos. El pelo es negro, muy muy corto y con un mechón de un palmo, aproximadamente. Aún estoy dudando de si el mechón largo está un poco rizado, si es una trenza o una rasta con cositas colgando al estilo Jack Sparrow. Ya veremos. También estaba pensando en ponerle unas goggles sobre el sombrero. Pero me da que quedaría todo demasiado steampunk... y no estoy segura de qué clase de personaje es y de si le puede gustar dicha estética xD.

Si se os ocurre algún nombre, decídmelo ;).

Torció una esquina, y al observar –finalmente- lo que había a su alrededor, no pudo si no apenarse de estar molesto por una tontería y no poder disfrutar de los arbolillos y plantas a la luz de las estrell… ¿dónde estaban las estrellas? ¿Y la luna? Miró al cielo y frunció el ceño. Caminó por la calle, a paso seguro, con una sonrisa irónica y fría en el rostro. Y plac, plac, plac, plac. Cada farola apagada, por cada paso. Mejor. Pero… las luces de Navidad estorbaban. Miró a los alrededores. Nadie. Pasó la mano por el aire, extendida. Y las luces y neones se durmieron. Mejor. Pero… las pantallas del interior de las casas y el restaurante que ya cerraba… tch tch. Demasiada luz. Picó dos veces su talón contra el suelo, aplaudió una sola vez, y dijo:

-Shhh….

Y las teles, las radios, las luces y la gente en sus casas se durmieron.

Eso estaba mucho mejor. Más de su gusto. Sonrió satisfecho. Como por arte de magia, saltó ágilmente la valla que lo separaba de los árboles y las plantas. Era un parque con ruinas muy antiguas. Se preguntó… ¿por qué los humanos tienen tanto miedo a perder su pasado y olvidar? ¿Por qué, a la vez, no lo recuerdan y lo destruyen a su antojo?

Paseó entre las piedras caídas, hacía ya mas de dos mil años. Las plantas, cuidadosamente colocadas y cuidadas por expertos jardineros. Y por fin la encontró.

-Eh, aquí abajo. ¿Hola? ¡¡Eh!! ¿Es que no me ves? Bien. Eso es. ¿Me oyes? Genial. Bueno, ya he llegado. Y ahora, ¿qué? ¿Cómo...? ¿Cómo que no tienes ningún encargo en especial? Pero-pero-pero-pero… ¿tú sabes lo que me ha costado llegar hasta aquí? No me… Sí… Ajá… ¿Vacaciones? Pero… No… sí, ya… ya… Pero… Buf… Y… ¿Cómo? Ah, dinero. Sí. Vale. ¿Y dónde vivo?... Estupendo. No, tranquila. No te preocupes… ya… ya lo encontraré. ¿Qué? ¿Qué te tienes que ir…? Pero… Sí… de acuerdo. Yo también te quiero. Buenas noches, Luna.

Siguió paseando un rato por el lugar. Ahora estaba más molesto.

-Gñññññññ…. ¡¡AAAAAAAAARGH!! –gritó de repente, mientras empezaba a golpear violentamente una piedra-ruina que no tenía nada en especial.- Siempre, siempre, siempre igual. Pues-ya-estoy-más-que-harto. ¡Vacaciones! ¡Já!

Cuando se dio cuenta de la destroza que estaba provocando, lo arregló lo mejor que pudo. Salió de nuevo a la calle y gritó:

-¡Buenos días, luces!

Y todas las luces que había apagado antes, se encendieron nuevamente. Pero la gente siguió dormida en esa calle en extrañas posturas: sobre el sofá, en la mesa, cenando, delante de los ordenadores… Incluso hubo uno que se quedó dormido en la ducha, con el agua caliente saliendo a chorro. No le gustó mucho la experiencia: ni por la factura de ese mes ni por el resfriado que pilló.

A cada paso que daba temblaban las luces. Tintineaban. Parpadeaban. Tenían miedo. Estaba de mal humor. Se había perdido. Estaba cansado. Tenía hambre. Y sueño.

-Eh, tú. –llamó a un perro callejero que pasaba por ahí.- ¿Sabrías decirme dónde está la calle Portalón?

El perro le miró, torció la cabeza, movió la cola y se puso a ladrar de contento.

-¿De verdad? ¡Estupendo!

Siguió al cánido varias calles, mientras el guía se giraba varias veces para comprobar que estaba ahí. Al llegar a la calle Portalón, descubrió que únicamente había una casa, y que la placa de la calle era sospechosamente nueva. Entró, y el perro le hizo esos ojos que saben hacer tan bien…

-Bueno. ¿Por qué no? Hace mucho que no tengo mascota y pareces bastante listo. ¿Tienes nombre? No, chucho no me vale. Pensaré algo bonito. ¿Tuerca? ¿Tornillo? No… a mi tampoco me gusta. Vaya. Fíjate. Sí que hace frío, ¿eh? Te sale mucho vacho de la boca… pareces un autómata a vapor… Mmm… vapor ¡Ya sé! Te llamaré Steam, vapor en inglés.

Subió las escaleras hasta encontrar una única puerta, en la que había unas llaves en la cerradura. Y dentro… dentro estaba todo lo que necesitaba: sus cosas, objetos extraños que había en ese mundo… Hasta comida de perro, curiosamente.

Comió, bebió, tomó un baño para quitarse el polvo del camino y se durmió en menos de lo que canta un gall…

Y el resto es otra historia.



1 comentario:

zazu dijo...

me gusta! qué tal Theodor?
hum... seguiré pensando opciones!!