sábado, 31 de marzo de 2007

El Mercado

Escribí esto hace casi 2 meses y no tenía pensado ponerlo aquí pero... En fin, como ayer lo subí a mi pagina de DeviantArt (a la derecha), pues al final he dicho: mira, lo copio y así me lo leen más, que solo tiene una crítica literaria y encima es del abnegado de mi novio, así que agradeceré mucho los comentarios que me dejéis. Como es habitual en mí, se trata de fantasía.
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Recuerdo con especial interés un corto capítulo en mis viajes por los mundos…

- ¡Pesadillas! ¡Vendo pesadillas a muy buen precio! Embotelladas, en cofres mágicos. ¡Esencia de pesadillas! Pesadillas de susto, pesadillas de muerte. ¿Quién quiere su pesadilla? ¡Pesadillas a buen precio! – gritaban en un puesto en el que se exhibían todo tipo de botellas de diferentes tamaños: grandes, pequeñas, monstruosamente grandes y más diminutas que una uña. Parecían estar rellenas de aire de colores tristes: las unas marrones con toques de verde oscuro, las otras grises con rojo muerto, color pulga, negras… - Ah, ¿la señora quiere una pesadilla para su marido, que le ha sido infiel? Tengo una especial para usted. Soñará que pierde su masculinidad en las peores circunstancias posibles, si usted me entiende. Lo mejor de todo es que el efecto dura dos o tres días en el sujeto, palabra. ¡Yo mismo le garantizo el terror y el dolor que sufrirá al despertar, lo probé en mis propias…!

Las voces del mercado se entremezclaban formando frases sinsentido y un abanico de colores alegres y miedicas tan amplio que era imposible quedarme con todos ellos a la vez.

- ¡Mamá! ¡Yo quiero un monstruo! ¡Cómprame uno, por favor! –gritaba y lloraba un niño desconsolado a su madre.

- ¿Y quién va a cuidar de él cuando se haga mayor y asuste a todo el vecindario? –contestó ella.

¿Un monstruo? Parecía interesante. Entré en el comercio del que vi que salía la madre arrastrando al hijo. Desde fuera parecía muy modesto y apenas una o dos velas iluminaban la estancia oscura.

-Buenos días tenga, señor. ¿Puedo ayudarle en algo? Tenemos los mejores monstruos de dormitorio, si humildemente me permite presumir de ello. –Quien me hablaba era un hombre muy delgado y bajo, con la nariz más ganchuda y doblada que os podáis imaginar y tan jorobado que parecía sostener con la espalda el peso de dos sacos de piedras.

- Solo tengo curiosidad por estos seres. ¿Podría hablarme de ellos?

- ¡Ah… los monstruos! Son fascinantes. Los hay de todos los tamaños: grandes como montañas y pequeños como una mota de polvo. Los hay que asustan, que engañan, que roban, que hacen dormir y que despiertan. Algunos dicen que se crearon a partir de las pesadillas y los temores de niños y mayores al dormir. Esos monstruos son los más abundantes. Los niños humanos les temen. Se tratan de los monstruos de debajo de la cama y del armario. Los padres de las pobres criaturas no les creen pues lo único que hacen para que el niño deje de tener miedo es encender la luz para que los niños vean que no hay ningún monstruo ni dentro del armario ni debajo de la cama. ¡Como si encender una luz les hiciera desaparecer! ¡Cof, cof! Válgame Señor, qué mentalidad tan simple puede llegar uno a poseer. Si hay luz, hay sombra. Los monstruos son las criaturas de las sombras y tienen un total dominio de ellas. Cuanto mayor es la sombra, mayor es su poder, que no su tamaño. Si encendemos una vela, ésta solo iluminará una fracción del espacio y creará multitudes de sombras más pequeñas y distintas donde el monstruo se esconderá. ¡Son muy listos! Y los humanos, si me permite decirlo, demasiado necios. ¡Cof, cof! Creen que todo lo que ven es cierto y si no son capaces de ver algo, es que no existe. ¡Ilusos! ¡Cof, cof, cof, cof! –la tos del viejo parecía no tener fin e hice ademán de tratar de ayudarle.

- No, no. ¡Aparta! Es por el polvo. Cof, cof. ¿Recuerda que le dije que los monstruos pueden ser tan pequeños como una mota de polvo? Esta mañana se ha caído una caja de monstruos de esos y por lo visto aun hay algunos sueltos por aquí. ¡Los muy sinvergüenzas les encanta hacer toser a la gente! Y cuanto más viejos y moribundos, ¡mejor! ¿Por dónde iba? Ya no lo recuerdo.

- Estaba apunto de enseñarme algunos ejemplares que tiene en su establecimiento, señor –dije.

- ¿De veras? Si usted lo dice, será cierto. Mi memoria ya no es lo que era. Lo siento, joven. Si quiere saber más sobre monstruos, le recomiendo que se acerque a la tienda de libros y manuscritos al final de la calle y busque “De Monstruosidades y Calamidades, guía de monstruos de dormitorio” de Guidifredo Mercaval, y “La verdadera mentirosa historia de la vida de un monstruo: la biografía monstruosa” de Gruugh Aaergh. Este último es muy bueno, pues se trata de la biografía verdadera de un monstruo transcrita por un niño. –Mientras me contaba todo esto, empezó a colocar un par de jaulas sobre el mostrador de madera, corrió un par de cortinas –por seguridad, dijo- y cerró la puerta y las ventanas del establecimiento.

- Los monstruos se ven mejor en la oscuridad. Deje que sus ojos se acostumbren a ella. –Su piel brillaba tenuemente en la oscuridad y sus ojos tenían un color verdoso fluorescente. Me dijo que en la antigüedad su familia procedía de las zonas montañosas y habitaba en cavernas, de ahí su peculiar don de ver a oscuras e iluminarse un poquito.

- Acérquese ahora y mire. Estoy especialmente orgulloso de este ejemplar. Es de pura raza, nacido de las pesadillas y miedos de siete hermanos hijos de campesinos de un pueblo alejado. Desde bebés, los adultos les han nutrido de historias sobre la zona, cuentos de miedo para no dormir y de funestos destinos que les acometerían si no se quedaban quietos en la cama sin rechistar.

Miré dentro de la jaula y en un principio no vi nada, solo vacío. Poco a poco empecé a creer ver cosas. Primero un brillo suave, tímido, que aparecía y se marchaba a su antojo. Ah, no, no era un brillo solamente. Eran dientes puntiagudos y afilados. Luego cuatro ojos rojos me observaban en silencio. Luego visualicé que el monstruo tenía el cuerpo plagado de espinas, como las de un puercoespín, pero largas y mortales. Las patas, una maraña de uñas que repiqueteaban en el suelo de madera de la jaula: tac, tac, tac, plic, plic, plic. Y voces. Voces que susurraban mis mayores temores y todas las cosas mañas que me habían ocurrido de la peor manera posible. Empecé a tener sudores fríos.

-¿Eficaz, verdad? –dijo el propietario, como si tal cosa, colocando una manta sobre la jaula del monstruo.- Ahora, en cambio, fíjese en este, es muy curioso. Es un solo monstruo que parece inofensivo, pero que para asustar se transforma en millares de insectos infernales que hacen ruidos en todas partes. De este modo, parece que siempre haya alguien en la misma estancia, aunque no le vea, o incluso en las estancias contiguas o en el piso superior. Mucha gente solitaria se ha suicidado por su causa, al pensar que se volvían locos. ¡Ah, las paranoias! A los monstruos les encanta jugar con ellas. Observe éste ejemplar ahora…

Durante toda la mañana y, sospecho, parte de tarde, desfilaron ante mí los mayores temores de niños, ancianos, solitarios y gente que ve. Se despertaron en mí las pesadillas que tuve de pequeño por culpa de algunos monstruos como ellos y hasta me pareció ver a dos de los que atormentaron mi niñez. Al menos, eran tal y como yo imaginé que serían. El uno habitaba en lo alto del armario, donde más oscuro se estaban en mi habitación y el otro era el que estaba en el último cajón de la mesilla de noche.

Ya antes de irme, de puro susto, apareció ante mí una cosa menuda, peluda y con seis patas, de color blanco que no paraba de olfatearme.

-Señor, ¿qué clase de monstruo es este?

-Ah… esto. No le hagas caso a esta criatura esmirriada. No sé si llamarlo monstruo… pues no es exactamente un monstruo clásico como los que vendo aquí, pero tampoco es un animal. No me hace mucha utilidad, pero le dejo estar por aquí. Yo le llamo ‘comepesadillas’. Cuando alguien tiene muchas pesadillas este ser se las come. ¡Venga, pequeñajo, fú, fú! ¡Aléjate del cliente!

-¿Y cómo hace eso de comerse las pesadillas? –pregunté lleno de interés.

- Si quiere lo puede ver usted mismo. Espere y verá.

La bola de pelo blanco se puso enfrente de mí y se quedó quieto. Al cabo de unos instantes, oí que empezó a inspirar aire y su volumen se triplicó. Luego, abrió la boca (que resultaba que tenía boca), mostrando unas fauces aviesas y soltando un grito aterrador. Los demás monstruos de la tienda enmudecieron y se hicieron invisibles.

- ¿Lo ve? ¡Este animalejo asusta a mis monstruos! ¡Ojalá desapareciera! –gritó el viejo para que yo le oyera.


De mi, salio una bruma oscura que fue tomando forma en el suelo. Una forma inmunda sin duda que se iba formando rápidamente.

- Esto es una pesadilla. O muchas pesadillas en una. Hay un puesto en el mercado que venden de estas.

La criatura se abalanzó sobre la pesadilla antes de darle la oportunidad de huir y se la zampó de un bocado. Después de eso, yo me sentía de maravilla. Libre, sin miedos y las voces que hasta ese momento me habían estado atormentando, ya no me producían efecto.

- Señor, si usted quiere yo me quedaré con este comepesadillas.

- ¿A cambio de qué? –dijo desconfiadamente.

- Bueno, con los temores que han despertado en mí sus monstruos, creo que les he alimentado por lo menos, por cuatro días. Y además he visto dos monstruos entre los suyos que tenía en mi habitación de niño, por lo que son míos. Creo que es un intercambio justo.

- Vaya, no creí que se diera usted cuenta… Déjeme pensar.

El viejo se giró y empezó a hacer cuentas, haciéndose el interesante. Yo no tenía ni idea de si lo que le había propuesto era demasiado, justo o poco. Sospechaba que mi trato era más que justo y que el hombre saldría ganando.

- Está bien. Lléveselo. Total, con sus gritos asusta a mis monstruos y si no muestran el peor aspecto posible, los clientes no los compran. Y ahora, ¡largo! He de cerrar la tienda.

Salí de aquel antro cuando caía la tarde, mientras los colores rojizos me acompañaban por las callejuelas empedradas. Ahora tenía dos sombras. La una con la forma de mi cuerpo y la otra, de una pelusa con patas que, al pasar por callejuelas oscuras, tomaba forma y color blanco.

Inanna Pilgrim

3 de Febrero de 2007




2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué suerte, maja! Yo también quiero un "comepesadillas"! ¿Por qué no le pones nombre a éste?
Me ha gustao mucho el relato ^^ Igual si lo alargaras y contases más cosas sobre ese mercado... nos ayudarías a viajar a esos mundos más tiempo, que luego se acaba y jo! xD (es sólo una sugerencia =D).
Un besote niña!

Anónimo dijo...

¡Hola! pienso que tu relato es hermoso, es simplemente maravilloso. Cuando lo leí quedé asombrada de lo bien que sabes meter al lector en la historia. Me encantó que la historia sea fuera de lo común y tan linda a la vez. Sigue así.

Saludos