miércoles, 30 de julio de 2008

El que engaña



Kchikling. El ruido de la moneda al caer dentro de la máquina.

-¿Y cuánto costaría? –la voz, masculina, con marcado acento catalán.

Me giro. Está de espaldas, metido en la cabina telefónica sin puertas. Es calvo, salvo por una aureola que le pasa alrededor de las orejas. Camisa y pantalones tipo oficinista. Su voz denota duda. Le tiembla. Habla como si fuera algo a lo que ya está acostumbrado, pero los nervios le delatan. Le ha costado tomar esta decisión. Me lo imagino, saliendo de casa de mañana, y recorriendo una larga distancia hasta ésa cabina, en un barrio lejos del suyo y en el que no tiene ningún conocido. Unas pocas monedas y listo. La llamada no queda registrada en ninguna parte, ni en el teléfono móvil que está en su bolsillo ni en el fijo de su casa, donde su pareja puede verlo.

Es curioso ser testigo de los secretos y las intimidades de una persona desconocida, que está a punto añadir un cambio a su vida.

Cabe la posibilidad que me haya montado una señora historia yo sola. Tal vez se le había estropeado el coche, y su móvil no tenía batería para llamar al taller. Tal vez le dijeron que tendrían que ir a buscar el coche en grúa, y él sudaba solo de pensar en desembolsar un dineral por su cacharro que finalmente había muerto.

Tal vez son muchas cosas y ninguna que yo piense sea cierta.

Pero esos nervios, ese afán en mantener la cara oculta incluso dentro de la cabina, las ganas de tener la llamada ya hecha…


[aviso: es otro RELATO CORTO, estoy muy bien con Ion XD]

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