domingo, 5 de octubre de 2008

Kilometrajes



No es un caso aislado que a lo largo de nuestra vida cambiemos de forma de pensar, de sentir o la manera en que decidimos vivir. Estos cambios se reflejan en cosas tan sencillas como la música que escuchamos, las series que vemos, las películas que nos tocan más la fibra o el modo en que vestimos. Pero también, como a todos nos ha pasado, en algo más importante, las amistades.

Obviaremos lo que todos sabemos, que hay lo que se llaman "amigos" con todas las de la ley; los hay que llamamos "amigos" cuando en realidad son compañeros, conocidos, o gente con la que compartes una afición. Gente con la que has tenido algo en común en algún momento de tu vida, y a veces, por esos cambios, has ido perdiendo ésa cosa que os unía. En algunos casos, a veces por costumbre, a veces por cariño, el contacto se mantiene. Otras, se va enfriando.

Hay gente que cuando os reunís sólo podéis hablar del pasado. Y de vez en cuando es bonito. Pero si estando juntos os dais cuenta de que sólo habláis de cuando erais más jóvenes, es que algo falla. Y ese algo es que no tenéis nada más sobre lo que hablar. Es agradable seguir en contacto con ellos y revivir aquellos años, pero es como comer caramelos, que están muy ricos, pero si tomamos en exceso, nos provocan caries.

Últimamente tengo la sensación de que en algún punto en que no fijé, pasé página. O páginas. Que me he alejado de muchos, o nos hemos alejado a la vez, porque todo el mundo sigue su vida. Y a veces, los caminos ya no se entrelazan de forma natural. Sí, hay muchos casos en que me da cierta pena. Otros en que pienso que es algo inevitable. Y en unos pocos, aún me duele, porque hay heridas de por medio, y si no cuidamos un poco de ellas, corren el peligro de que se queden ahí. Lo que hacen las refriegas, o las discusiones, o las cosas nunca dichas o no dichas a tiempo.

Hay otros casos en los que lo que en su momento pareció un charco de agua que se podía saltar fácilmente se empezó a convertir en océano. A veces se pueden construir puentes. O podemos utilizar barcos. Pero se tarda mucho más.

Sin embargo, a medida que nos distanciamos de gente por el camino, conocemos a otros que, si bien no llenan ésos huecos (porque hay un hueco para cada persona, único e irreemplazable), nos llenan tanto que nos ayudan a echar de menos a los otros un poquito menos, valga la redundancia.

Por otro lado, ya no sé si es culpa mía o no, de ser como soy o de cómo se supone que debería ser, de lo que espera de mí la gente o de lo que llega un punto que ya no puedo ofrecer. Pero creo que empiezo a estar bastante cansada de ser yo quién da los primeros pasos para arreglar algo. Porque a veces sí que vale la pena, y siempre es mejor dejar el orgullo aparcado en otro lugar, y también es necesario que alguien dé el paso. Pero cuando ya has dado tantos primeros pasos y te encuentras con las suelas de los zapatos y las plantas de los pies tan gastados te entran ganas de quedarte en casa y, por una vez, ser tú quién espere a que el otro llegue y llame a la puerta.

Lo malo de esto es que te arriesgas. Puede que la otra persona venga, puede que se siente y espere a que llegues tú. ¿Vale la pena arriesgarse? Sí, siempre. Pero ha llegado a un punto en que me pregunto si me vale el esfuerzo. Porque sí, estoy cansada.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Inannita, no te desanimes :(
Creo que el cansancio es constante, aunque unas veces se note más que otras. O quizá son muchas cosas a la vez. Tómate tu tiempo, si las páginas han de pasar lo harán solas.
Un abrazo enorme!

Cristina dijo...

Uo Uo Uo!!!

Escrius molt ultimament!!

Tu tranqui que l"entrevista segur que ha anat molt b.

I per els companys de feina rapinyaires no et sapiga greu enviar-los a cagar, que n"hi ha a patades i mes quan la feina es poca.

B7s