Os dejo un relato corto, inspirado en la canción y en el videoclip.
DIECIOCHO
-Tengo frío –susurré.
Los pies estaban helados, y las manos. No podía pensar en nada. De hecho, creo que no pensaba. Sentí paz. O precisamente, tampoco sentía, y eso me daba paz, calma. Algo que jamás llegué a experimentar en vida.
Oí que alguien leía en voz alta. No sé si se dirigían a mí, al hombre que había venido a verme o a Dios. Tal vez sólo lo leía en voz alta para creérselo más, como para expiar su culpa. Las cosas son así, yo no lo hice, tú sí, ¿entiendes? No sé qué dijo, no le escuchaba. Pero para mí esas fueron sus últimas palabras.
Me pasé los cuatro meses anteriores esperando este momento. O tratando de evitarlo. Creo que lo deseaba desde que todo empezó a torcerse en casa. ¿Cuánto tiempo haría de eso? He perdido la cuenta. Da igual, nunca fui de números. Me arrepiento de cómo terminó todo. Él no tenía la culpa.
A veces le gritaba y le empujaba. Me seguía a todas partes, como si fuera un perrito, y me reía las gracias bien alto, para darme a entender que me apoyaba y me admiraba. Mi hermano quería ser como yo. Al principio me hacía gracia, trataba de ir siguiendo mis pasos, con mejor o peor fortuna. Después dejó de gustarme que lo hiciera. Yo tenía razones para llevar ésa mierda de vida, él no. Fui yo quien se peleó con papá a los 12, después de que mamá muriera por su culpa, él sólo era un crío de 9 que lloraba porque su madre no le volvería a preparar el desayuno ni la cena. Papá le gritaba de vez en cuando, cuando estaba de mala leche, pero no la tomaba con él. Sin embargo, empezó a imitar las respuestas que yo le daba al viejo. Mierda. Papá me echó las culpas del mal ambiente de casa.
El día que cumplí los dieciocho tuvimos una última discusión. Yo, el hijo rebelde. La oveja negra de la familia. Yo era todo lo malo, basura, un deshecho de la sociedad. Que no servía para nada, que era un inútil, que poco dinero que tenía y me lo gastaba en gasolina y droga. Me largué y mi hermano conmigo. Mejor conmigo que con él, pensé.
Cuán equivocado estaba.
Llevamos mala vida, viviendo en casas abandonadas y en callejones. Chutándonos mierdas para no sentir el hambre o el frío. Entrando en casas para robar y comer de vez en cuando, o hacernos con más drogas. Sobretodo yo. Él sólo me seguía, como siempre.
Un día encontré una pistola. Pensé en matar con ella a mi padre, por todo lo que me había dicho. Y me hizo. Empecé a ensayar una noche, solo por probar. Pero las armas y el alcohol son mala combinación.
Tenía muy buena puntería. Le di entre ceja y ceja. No tuvo ni tiempo de sorprenderse. Pobre diablo. Él que nunca hizo mal a nadie y no hacía más que mantenerse en segundo lugar.
Lejanía.Sueño. La pesadilla termina.
Olvido.
Vacío.
18th and life de Skid Row
2 comentarios:
Espeluznante...
Cuando pueda me escucho la canción.
Imagino que a todo aquel que tenga hermanos pequeños se le habrá quedado el alma en un puño. glub..
Hagamos mejor o peor las cosas pero al menos no sirvamos de mal ejemplo y mucho menos nos llevemos a nadie por nuestros errores!
bsicos babú.
Esta es genial marcartela en el Guitar Hero existos de los 80. Yo conocia Skid Row pero esta canción y la verdad es que mola y mucho.
Publicar un comentario