Érase una vez una casa solitaria en lo alto de una colina. Érase que había luna llena y había una sola estrella en la noche oscura. En la casa vivía un gatito de pocos meses. Solía deambular por la sala de estar, enmoquetada y llena de polvo. Luz ténue, lámparas de pie, librerías llenas de volúmenes olvidados, relojes, espejos y cuadros. Muchos cuadros. El gatito solía pasar mucho tiempo tumbado en su almohada, mirando por la ventana y pensando. Pocos saben que los gatos piensan tanto; lo que pasa es que no nos dicen qué pensamientos tienen porque no nos quieren hablar. El gatito no entendía una palabra que había oído esa tarde: PROYECTOS. Era una de las más largas que conocía. Ésa tarde unos humanos gigantes (al igual que su dueño) se habían presentado y habían estado largas horas charlando mientras tomaban un té. Él sabía lo que era. La semana anterior, aprovechando un descuido de su dueño, se había subido peligrosamente a la mesa y había lamido la taza humeante. El té era PELIGRO. Quemaba la lengua a pesar de su sabroso olor. Las personas no dejaban de hablar de proyectos, del futuro, de sueños, y él los veía que cada vez hablaban más alto y agudo, que reían y graznaban. Y de repente alguien gritó: “¡Deteneos! ¡Esto es delirante!” Tampoco sabía qué era delirante pero… pensándolo bien, proyectos significaba griterío y algarabía. El gatito se durmió. Llevaba demasiado tiempo pensando.
Al despertar olió a… algo muy fuerte y apestoso. Abrió los ojos, aunque sabía quién era sin necesidad de hacerlo. Era la señora vestida de rojo con un litro de esa sustancia que los humanos se ponen pensando que así huelen mejor y tapan su olor corporal… aunque el efecto es todo lo contrario. El gatito los observó. Ella, coqueta, tonteaba con su dueño, y le sonreía. De repente, su dueño se arrodilló. ¿Se le habría caído algo? Sacó una cajita de tu bolsillo y la abrió delante de las narices de la señora de rojo. “Mi amor, mi vida, mi sueño… Es nuestro destino que estemos juntos”. El hombre no lo notó, pero el gatito sí. El corazón de la señora se puso a latir más rápido, los poros de su piel se abrieron y empezó a sudar, los ojos, en blanco y la voz incapaz de salir. Se calmó y tosió un par de veces. Su sonrisa se volvió un rictus de horror. La música de fondo sonaba, las velas iluminaban caprichosas algunos rincones, las flores rojas simplemente se estaban descomponiendo lentamente, mientras aún se podían admirar. Y de repente, justo cuando la música hacía una brevísima pausa, cuando las velas temblaron y un pétalo se desprendió de la rosa más abierta, ella dijo: “NO”, cortante como una espada afilada.
El gatito notó como su dueño pasaba por unos momentos similares por los que había pasado la señora de rojo. Se fue durmiendo, a pesar del griterío, a pesar del olor a perfume y el olor de los óleos de su amo, a pesar de que tenía una pregunta en mente: ¿Qué era el amor?
1 comentario:
Parles d'un nen o parles d'un gat??... ... es pot arribar a confondre, no creus?
són tann curiosos com els gats. ;)
els qui tenim gats ja ens ho preguntem això de què estaran pensant mentre's miren hores i hores pel balcó o mentre's dormen tot un matí per després venir a buscar-te, rebre uns cariñitos i san tornem-hi...
m'agrada el petit conte. n'hi haurà més ? no te nom el petit tafaner?
vinga, una salutació
l'Estel
Publicar un comentario