sábado, 15 de diciembre de 2012

Brisas de recuerdos

Así es como yo llamaría a esta sensación de cuando has tenido un sueño en el que ha sucedido algo importante, pero no recuerdas, y durante toda la mañana o todo el día (¿o toda la vida?) notas las sensaciones que has sentido en él o casi logras ver una imagen cuando no prestas atención... pero se desvanece tan rápido cuando te fijas en que está ahí, que existe.

Como una brisa invisible e imperceptible. Como cuando estás en el bosque y crees, es más, jurarías que te están mirando, pero te volteas y no hay nadie. Como perseguir un reflejo de la luna en la oscuridad. Siempre al alcance de la mano, nunca en ella.

El recuerdo de mi sueño está ahí. Y no lo alcanzo. La mente es tan increíble. Los sueños son tan increíbles.

El mundo de los sueños me fascina. Siempre lo ha hecho y lo hará. Es una tierra inexplorada, solo se han estudiado atisbos de su realidad. Es como el universo dentro de nuestra cabeza, de todos nosotros. Los sueños son la creación, Altjeringa, el Tiempo del Sueño (Dreamtime), el tiempo más allá del tiempo. Los aborígenes australianos lo supieron captar muy bien. 



The Dreamings made our Law.. This Law is our ceremonies, our songs, our stories; all of these things came from the Dreaming...These songs are sacred. 

 (Los Sueños hicieron nuestra Ley. Esta Ley son nuestras ceremonias, nuestras canciones, nuestras historias; todas estas cosas vinieron del Sueño... Estas canciones son sagradas.)

--Yanyuwa elder Mussolini Harvey, quoted in John Bradley’s Yanyuwa Country, 1988 



domingo, 9 de diciembre de 2012

Aprendiendo a disfrutar de los momentos

He ido notando una cosa a lo largo de los años, según voy creciendo (ganando años y experiencia): los momentos que pasas con los amigos o la gente a la que aprecias.

Cuando vas al instituto o a la universidad (hablo desde mi experiencia) te acabas "acostumbrando" a estar con estas personas más o menos habitualmente. Quedas una o dos veces a la semana fuera de las aulas, los fines de semana o de vez en cuando, es bastante fácil cuadrar un día para encontraros. Disfrutas de esos momentos al cien por cien, pero no siempre te das cuenta de que son algo momentáneo, que son únicos porque en el futuro será bastante difícil repetirlos con la misma asiduidad.

Conforme tú y tus amigos vais ganando responsabilidades de diversa índole (trabajos, estudios superiores, tiempo de pareja, familia, tiempo de familia de la pareja, obligaciones varias e incluso aficiones importantes) ves como se hace cada vez más complicado encontrar un hueco para reuniros todos y que os vaya bien. Es un poco triste porque sin duda querrías verlos más a menudo y disfrutar como en otros momentos.

Pero lo bueno es que aprendes a disfrutar de esos días de verles, esas horas y risas pasadas juntos las guardas con cuidado y mimo. Exprimes el tiempo al máximo y, aún exprimiéndolo todo lo exprimible -aunque ya no le quede jugo-, siempre queda el sabor agridulce de que se podría haber hecho más. No. No se podría haber hecho más; se podrían haber hecho otras cosas.

Al final te olvidas de sacar ninguna foto porque estás demasiado pendiente de reírte en ese momento que no recuerdas la cámara que tienes en la mochila o que el móvil sobre la mesa también hace buenas fotos. Y eso es bueno.



A veces nos sumergimos tanto en nuestra vida diaria que te paras un instante y te das cuenta de que ésa escapada de cinco días a Dublin de octubre de 2009 en el que conociste a dos amigos de tu pareja y jugásteis una partida de Little World fue hace tres años. O que anteayer hicimos la cena de Navidades en Bilbao con algunos amigos y ha pasado casi un año porque estáis preparando la de este año.
Y es bonito, porque a pesar de ver poco a estas personas -algunas de las cuales las veías mensualmente hace nada-, es como si el tiempo no pasara. Igual hace cinco meses que no os veis, un año, dos, pero las conversaciones y las risas se retoman en nada.

Estos días hemos tenido a un par de amigos por casa. Esta mañana, al volver de pasear a Nahia, me he encontrado que seguían durmiendo. TODOS. Era aburrido, porque además no podía acceder a algunas habitaciones de casa para hacer cosas de provecho (adelantar trabajo). Así que he cogido la comida de Nahia y me la he llevado a la terraza, a hacerla correr mientras le tiraba bolitas. Hacía un solecito muy agradable y me he sentado contra la pared. He cerrado los ojos y me he dejado llevar por el momento. He sentido paz. He sido capaz de disfrutar de un momento en el que supuestamente debería haber estado haciendo otra cosa y ser consciente de ello me ha llenado. Es una tontería, pero ha sido una de esas pequeñas cosas que después recuerdas.

Y para terminar, os dejo con una entrada de OyeDeb! muy interesante: la importancia de ser vaga. Vamos, de disfrutar de pausas, de momentos, de divertirse, de descansar o de hacer otras cosas aunque en ese momento no tocara hacerlas... para recargar pilas. Porque no somos máquinas y necesitamos momentos de recuperación, distracción, dar rienda suelta a la creatividad, soñar y reír con alguien en otro lugar.

La libertad empieza en la mente de cada uno. (del artículo de OyeDeb!)

PD: Las imágenes son MÍAS. Si las quieres para utilizarlas en algún lugar, pídeme permiso primero :). Están hechas en la Selva de Irati, Navarra, el 1 de diciembre de 2012. Me apetecía compartirlas con los pocos que os seguís pasando por aquí :).

domingo, 18 de noviembre de 2012

Gritar en la playa

Esta tarde, después de terminar por fin un trabajo fruto de meses, he ido con una amiga y Nahia a la playa. El cielo estaba cubierto de nubes grises y una ligera niebla cubría la playa. Durante todo el rato caía lluvia suave. Poca, pero la justa para irte empapando de humedad.

Hemos ido a gritarle al mar, no porque se hubiera portado mal o lo mereciese, sino porque mi amiga ha dicho que necesitaba desahogarse, que le encantaría ponerse a gritar. Así que le he dicho: "¿Y por qué no vamos?" Y hemos ido. A pesar del tiempo y a pesar de la hora, que ya era oscuro. Pero mejor, así no hay nadie.

Nahia ha correteado feliz y ha querido seguirle la pista a los gatos de las rocas. En las rocas junto a la playa y al faro de mi ciudad viven muchos gatos.

Ahora, después del camino de vuelta, de una ducha muy muy caliente para entrar en calor y de una rica sopa de pollo con fideos, me siento relajadísima. Creo que me iré a la cama a leer El Hobbit. 

Y eso me hará tremendamente feliz.

(Y más aún al recordar la llamada telefónica a tierras navarricas para un precioso reencuentro con excursión incluída. La vida es bella).

domingo, 11 de noviembre de 2012

To play or not to play

Ya no puedo jugar a videojuegos que podrían gustarme. Hablo de las aventuras gráficas o de aquellos en plan “abiertos” que puedes hacer lo que te dé la gana en un mundo mágico. Bueno, todo, todo, no.

Veréis, cuando tenía entre 12 y 14 o 15 años jugaba muchísimo a toda clase de juegos. Desde estrategia, militares, aventuras gráficas,… Era genial, la verdad. Y si hubiera tenido los videojuegos y los ordenadores de ahora, hubiera sido una experiencia increíble.*

Pero a los 15 cayó en mis manos Los Sims. Ese de simulación de vida. Era brutal. Veamos, poner a manos de una adolescente la vida entera de alguien, capacidad de tomar decisiones, crear una casa y decorarla, ser pareja del chico que te gusta versión sim… Bueno, bueno, era una extensión a tu propia imaginación.

Y así es como pasé los siguientes años jugando a Los Sims (y todas sus expansiones), Los Sims 2 (y muchas de sus expansiones) y Los Sims 3 (escasas horas jugadas de muchas de sus expansiones; poco tiempo y demasiadas horas de ordenador). He creado casas, estilos y vidas que son la caña.

Entonces, un día te vas fijando en que en el ordenador de al lado hay paisajes y música preciosos, que corres por parajes montañosos y bosques nevados, que hay dragones volando, gigantes con mamuts, elfos, fae, y toda clase de seres. Si eres como yo, piensas algo así como “¡Por Dios! Yo también quiero jugar a eso!”. Te instalas un juego (Skyrim, en ese caso) y esperas que la “magia” suceda.


 Mamuts y gigantes norteños. ¿Mola o no mola?


 Quiero decir… Pasé muchas horas jugando antaño a esta clase de juegos, algo se me habrá quedado, ¿no?

Pues no.

Primero descubres que has perdido la costumbre de manejar la cámara y los mandos. Que se te va el ratón para un lado y la cámara para donde no toca, que te atacan por la espalda y te pierdes. Le das sin querer a vista en primera persona y no en tercera, con lo que el punto de vista cambia drásticamente. ¿Tiros a distancia? Ni hablar. A machaque con un espadón del quince más grande que tú porque es más fácil que apuntar con la desastrosa puntería que tienes con el ratón.

Pero bueno, digamos que superando los primeros minutos y acostumbrándote más o menos, ves que puedes avanzar. Has matado algunos malotes, has conseguido un par de logros y en una misión te envían campo a través a la Ciudad del Otro Lado de la Montaña porque ahí venden bayas moradas cuya semilla necesita alguien del pueblo para hacer crecer sus plantitas y ellos no pueden ir porque están muy ocupados/el camino es peligroso/no te lo especifican.

Allá que voy.

Y me ataca un lobo.

Pero yo no me quiero defender y acaba muriendo.

En este punto, mi pareja, que ha ido dejando de lado su videojuego me grita exasperado: “¡Pero dale! ¡Que te va a matar! ¿Qué haces?”. Y no. Aquí es cuando empieza una de nuestras discusiones de desacuerdo.

Veamos. En todos los videojuegos, cuando vas campo a través te atacarán bichos salvajes. Es la manera fácil de adquirir PX (Puntos de Experiencia, para los no iniciados en los videojuegos) y de practicar los nuevos ataques que hayas obtenido al subir de nivel. Y vamos, un viaje de una hora de reloj en el que solo puedas observar el paisaje, para muchos gamers no va a suponer desafío ni diversión alguna.

Ahí entro yo. Soy una pacifista y una animalista. He llegado al punto que no puedo matar bichejos en un videojuego. Vamos, ni siquiera a los dragones malotes de Skyrim, que se cargan ciudades. ¿Por qué?

Vayamos por partes, como dijo cierto inglés destripador.

 Un lobo de Skyrim en pleno invierno  y con carita de hambruna.

Si un lobo o un oso o cualquier animal parecido te ataca es porque has entrado en su territorio sin permiso y posiblemente tenga sus crías o su madriguera cerca. Pensad en la cantidad de lobeznos y oseznos y bicheznos que se han quedado huérfanos siendo cachorros por viajeros como tú. O las pobres arañas de las cavernas que, al matarlas sueltan un valioso ingrediente para hacer pócimas o crear armas más fuertes. Cuántas habrán muerto a manos de gente que trafica con estos componentes. ¿Os lo habéis planteado? Después del paso del viajero por la Montaña Nublada, la típica araña (Araneae Montaniensis Skyrimarea, cuyo nombre ni si quiera llegaron a aprenderse) se suma a los millares de especies en peligro de extinción gracias a viajeros como tú que alteraron su hábitat natural.


¿Los dragones malotes de Skyrim? Los están reviviendo y pululan por todo el territorio volando hasta que se deciden a atacar a quien le suponga una amenaza o una aldea. ¿Qué sabes tú si el pobre dragón no se está vengando de la caza de dragones que hubo hace años, antes de que tú jugaras, en ese territorio? ¿Y si de pequeño los humanos lo molestaron?


Pues eso, que si yo voy tranquilamente y me atacan animales, me supone un problema atacarles. No tengo problema alguno con humanos, seres humanoides o espectros o cosas malignas, en serio. Pero los animales no son malos. Se deben a su instinto de supervivencia o protección.

 Ejemplo de un bárbaro atacando a un dragón que volaba tranquilamente. Me encantan los dragones, ¿y a vosotros? ¿Por qué matarlos? Déjalos vivir...

Me gustaría que hubiera un parche o una opción en las características del juego en que pudieras desactivar que los animales te atacasen y así no tener que defenderte o morir por ello.Así seguro que no tendría tantos problemas.

Por ahora, me estoy contentando con observar los paisajes bonitos de los videojuegos a los que juega mi novio y hacer comentarios del tipo: "¿Era necesario? Te lo has cargado, ¿no podías hacer otra cosa...?" y él que contesta: "¡Pero si me ha atacado él a mí! ¿No lo has visto?" y yo: "Seguro que has entrado en su territorio o tiene hambre, ¡es supervivencia! Corre y ya se irá, no le mates". Y así siempre.

Pero cuando no estoy muy cansada del ordenador, a veces me sigue apeteciendo volver a esos mundos...




* Entre los 17-18 jugué a Neverwinter Nights, no lo olvidemos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Dibujarnos a nosotros mismos


Hace muchos años, creo que siete u ocho, leí un artículo en una revista que se me quedó muy marcado. Era sobre cómo éramos en ese momento y cómo queríamos llegar a ser. Entre otras cosas proponían hacer un dibujo de cómo querías ser (o verte) dentro de unos años.

El dibujo creo que sigue por casa de mis padres, pero recuerdo muy bien qué hice.

Me dibujé a mi misma, con ropa hippie (camisa larga y vaporosa de color azul y pantalones anchos, con muchos collares). Estaba apoyada junto a una mochila: estaba en mi época de "quiero viajar, quiero ver mundo, quiero verlo todo", imaginándome al dibujarlo que estaba en algún lugar de la India; uno de mis sueños en ésa época era ser viajera, coger ese billete de avión que te permite viajar hacia todos los países que quieras, siempre que sea hacia la izquierda o la derecha, sin poder volver atrás. Llevaba mi perro conmigo. El que dibujé era Llamp, pero podría ser Nahia. Llevaba una flauta y una guitarra. Trace unos rasgos de un hombre a mi lado, sin rostro, que para mí significaba que no estaba sola, podía ser mi actual pareja (la misma que entonces), o no. Recuerdo la cámara de fotos (estaba empezando a trastear con la fotografía) y en la mochila o algún lugar, había un referente a la escritura. 

Hace ocho años recuperé el contacto con el que es ahora un gran amigo. Me presentó a su novia de entonces y fuimos muy buenas amigas. Ahora estamos desconectadas; a veces la gente se aparta y se reúne más adelante. Admiraba a esa chica y me encantaba porque era muchas de las cosas que yo quería ser.

Una de ellas, la que más me fascinaba era la extraña habilidad de hablar con gente extraña que le parecía interesante, como si fueran viejos amigos que se reencuentran. Si encontraba un artesano por la calle y le gustaban sus collares, le preguntaría de dónde era, cómo hacía los collares, hacia dónde iba... Todo con sonrisas y sin cortes.

Hace ocho años yo era muy pero que muy tímida. Creo que lo sigo siendo en el fondo, pero he descubierto el placer de conocer gente afín. Ya no me da miedo mostrarme tal y como soy, con mis defectos y mis virtudes. Pocos son los que me llegan a conocer profundamente, de verdad. Porque cuando se me conoce de corazón, no son necesarias las palabras. Las miradas y silencios bastan. Pero lo que encuentras allí, posiblemente sea lo mismo que viste al principio. 

Me voy por las ramas.

Estoy contenta porque, poco a poco, he logrado ser hacia lo que quería. Por supuesto, muchas cosas han cambiado: ya no es Llamp, es Nahia. Ahora no toco la guitarra y no he apostado tan fuerte por la fotografía. Me encanta viajar y, aunque ahora estoy en una temporada de quedarme por casa, puedo decir que he hecho varias escapadas maravillosas. Más adelante, haré más. Si hace unos años me hubiera conocido a mí misma, el cómo sería, creo que me hubiera puesto en un pedestal y hubiera dicho: cómo molas. Hago lo que me gusta; sí, trabajo más horas que una burra y necesito tomarme una pausa y respirar, pero me gusta lo que hago, me gusta dónde estoy y cómo estoy. Cambiaría pequeñas cosas, pero no lo fundamental. Soy feliz. Vivo en una casa vieja y minúscula pintada de verde, con muebles reutilizados y llena de libros, postales de lugares, ilustraciones y cachivaches varios. Si me dieran a elegir, sólo cambiaría la ubicación de la casa: en un bosque y que tuviera terreno o jardín para cultivar, pero que mis amigos y familiares estuvieran mínimo a la misma distancia que están ahora (si hubiera menos distancia en algunos casos, mejor).

Estos instantes de paz, de felicidad, de disfrutar el momento hagas lo que hagas, son lo mejor. Hay momentos que abro los ojos y siento que "aquí, ahora" es lo que quería ser algún día. Quería ser lo que soy.

Pronto querré dibujarme de nuevo. Esta vez añadiré muchas plantitas en mi casa, remedios naturales y ecología. Viajes, sí, pero eso será un además. Me di cuenta que mi etapa de "viajera", además de querer ver el mundo, era escapar de una vida que no me gustaba, de la monotonía, de la jaula que sentía que me habían impuesto, de la vida que todo el mundo quería pero yo no. He aprendido cosas. He aprendido que la vida te la montas tú mismo y puedes hacer con ella lo que quieras, "ensalada de pollo o mierda de pollo". El pollo está ahí, tú verás como lo aliñas. 

Es una lección sencilla pero muy difícil de aprender. Tanto, que a veces me hago un lío y un día, en vez de comer ensalada de pollo, me enredo con los ingredientes y me como mierda de pollo. Suerte que es solo un día. La vida no es facil. Y si esperas que alguien o algo llegue y te lo solucione, morirás esperando y nada cambiará. 

No me considero una de esas personas que van supercontentísimas siempre, donde todo es maravilloso y el amor todo lo cura. Sí, todo es maravilloso, pero hay que saberlo ver. El sol sale cada mañana y ¿cuántas veces vemos amanecer, disfrutándolo? ¿Cuántas veces respiramos la atmósfera limpia cuando acaba de llover? Si estás mal, todo esto se vuelve invisible. El entorno perdura, nosotros no. Todo eso seguirá estando, lo experimentemos o no. Todo seguirá estando cuando nosotros ya hayamos sido olvidados.

En mi próximo dibujo habré hecho pequeños arreglos a la ropa que llevo, para hacerla más mía, más yo. Estaré más rodeada de naturaleza. Tendré pasteles hechos y una casa de campo con aroma a pastel de calabaza. Habrá té preparado porque tendré visita de algunos grandes amigos. Iré a por los huevos de mis gallinas y a corretear con mi perro por el bosque. ¿Niños? No me lo planteo, por ahora. Disfruto de mi momento.Sé que para este dibujo no se necesitarán 5 o 10 años. Puede que necesite 20. Pero lo importante no es cuándo, sino el quién y el cómo. Quién eres, con Quién estás, Cómo eres, Cómo estas.

El año pasado conocí una señora, la madre de una chica con la que hablo a veces. Estaba contentísima: por fin, después de mucho tiempo, tenía su propia casa en un pueblo, reformada. Su casa antigua. Su casa ideal. Y creo que tiene cincuenta y muchos o sesenta años. Pero lo tiene. Poco a poco, se forma el sendero y te acaba llevando... a veces no es a donde querías, sino donde te conviene.

Últimamente no paro de conocer a gente interesante y hace que me sienta muy, muy afortunada. Mi novio me ha dicho más de una vez que "con qué facilidad se te hace feliz/reír/contenta". Es por los detalles. Me hace feliz ver a alguien que quiero, pasar un rato agradable, leer calentita tomando un té, quedarme en la cama en silencio sabiendo que no hay nada urgente (eso hace tiempo que no lo puedo hacer hago), una pequeña sorpresa, un gesto...

Canción descubierta la semana pasada gracias a alguien nuevo en mi vida.

jueves, 11 de octubre de 2012

Once de octubre de dos mil diez

Hace años el once de octubre significaba "víspera de puente" o "cumpleaños de amigos".

Hace dos años que el once de octubre ha adquirido otro significado para mí. Hace dos años murió mi adorado compañero Llamp. Sí, era un perro y para mí era más que una mascota. Hoy estoy un poco sensible por ello, porque me ha dado por recordarlo, porque he leído una entrada de algo parecido y porque tampoco me parece mal soltar alguna lagrimilla una vez al año.

Es curioso, porque no pasa día que no me acuerde de él por alguna cosa u otra y sé que si dejo de hacerlo, a la larga acabaré por no recordar el tacto de su pelaje, los ladridos, las miradas o pequeños detalles que el tiempo se encarga de ir emborronando. Es curioso porque ahora tengo a otra perrita conmigo a la que quiero con locura y me ayuda muchísimo. Estoy aprendiendo a ser una persona mucho más calmada por ella, a aprender a modular mi voz y mis gestos aunque esté nerviosa para no asustarla. Realmente esta perrita que ha pasado tantas penalidades, Nahia, me hace muy feliz.

Comparar a Nahia y a Llamp no tiene ningún sentido, son el día y la noche. Es como preguntarle a un niño si quiere más a papá o a mamá. La criatura los ama a los dos por igual, por ser quienes son y por las cosas de cada uno. Llamp tan extrovertido, sociable, alegre, gruñón y tozudo; Nahia, tan tímida, dulce, obediente y cariñosa. Tan protectora, tan madre/hija y Llamp tan brabucón y cachorro, incluso cuando tenía trece años.

Creo que lo que me sigue doliendo en el fondo es no haber podido estar el día en que murió Llamp. Estaba lejos y con gente que me apoyó muchísimo (a quienes agradezco mucho sus gestos y palabras), pero el pensar que la noche anterior Llamp empezó a aullar para buscarme o para despedirse y que yo no estaba, me sigue rompiendo el corazón.

Mi madre dice que mejor, que así conservaré su recuerdo de cómo estaba y no de cómo se puso malito de repente. Pero mil y un recuerdos de 13 años y medio no se pueden borrar así como así por un final repentino.

En fin, supongo que necesitaba escribir un poco de esto para desahogarme más de lo que pude hacer en su momento. Apenas podía escribir nada en el blog ni en ninguna parte porque sentía que me hundía.

Aquí una muestra de mis dos pequeños. ¿Por qué mirarían a la derecha?


Llamp en verano de 2007. Una de mis fotos favoritas.

Nahia en verano de 2012. Feliz en la naturaleza.

sábado, 6 de octubre de 2012

Dioses y mortales

He leído un libro hace poco que me ha parecido una delicia.

Es del autor de El Juego de Ender, Orson Scott Card.

La novela en cuestión se llama La Puerta Oculta.

Mi pareja me entregó el libro en junio, mientras estábamos en la librería Gigamesh, de Barcelona. Dijo que era de mi estilo, que el autor era el del Juego de Ender, que me había gustado, ¿no?

Hice lo que hago siempre. Miré el libro. Leí la sinopsis. Leí las primeras líneas. Abrí una página al azar y también leí un trocito. 

Por supuesto, la historia tiene que entrarme, tengo que encontrarla interesante. Pero también es igual de importante el cómo está contada. Necesito libros bien desarrollados. Si la premisa es buena pero no está bien narrada... Bueno, es como si leyera un libro sobre la sinopsis de una historia. Como si me contaran en 300 páginas de qué iba la historia, sin ahondar lo suficiente en los personajes y los hechos.

El libro me gustó y lo compré adopté. Cada vez estoy más convencida que los libros no llaman a la gente porque sí. La gente no los escoge. Son ellos quienes escogen según las historias que contengan. 

Ha estado buena parte del verano en una estanteria, a la vista. Esperando a que volviera a abrirlo desde el primer intento de lectura, un día, en el trabajo.

Mi pareja lo raptó primero y lo leyó.

Dijo que era bueno. Muy bueno.

Poco después, una noche, estando resfriada, me hice una infusión de miel y limón, me tumbé en el sofá con una manta y empecé a devorarlo.

En el libro aparece algo que ya he leído otras veces de la mano de Neil Gaiman, por ejemplo, y de otros autores que he recordado cuando he tenido la idea de escribir esta entrada y que no recuerdo ahora.

Aparecen dioses, en el mundo de los humanos. Igual que "Percy Jackson y el Ladrón del Rayo" y los libros de esa serie (solo vi la película). 

Los dioses ya no tienen el poder de antaño, por unos motivos u otros, y viven entre nosotros. Bien porque siempre fue así o porque les ha tocado. Dependiendo de la historia. Incluso en algunos relatos cortos que escribí hay dioses. 

Y me ha llevado a pensar que no puede ser del todo casualidad. El concepto de que siguen ahí, que los hemos olvidado pero que quieren que sepamos que están presentes es lo que me llama la atención.

Tantos dioses desde la antigüedad, tantas famílias, tantos dramas, tantas migraciones y cambios de conceptos que les afectaron, los cambios de sociedad, de tradiciones, de conquistas y supremacía de una raza sobre otra; de un panteón sobre otro; de mezclas, de dioses que nacieron del mismo concepto y mutaron o evolucionaron...

Y si, al igual que en la antigua Grecia, las musas sirvieran de inspiración a los poetas y cantantes, ahora las esencias de lo que queda de los antiguos dioses, ahora que están tan lejos, que con la modernidad y la ciencia, nos alejemos cada vez más de lo desconocido y temido y le apliquemos explicaciones racionales y científicas, esto fuera una llamada de ayuda? ¿Un recordatorio? ¿Un "seguimos aquí" subconsciente?

Los cuentos, inexplicablemente, también están muy presentes. Desde hace poco más de diez años están "de moda" y cada vez más está degenerando su esencia, la verdad oculta que portaban casi inmutable desde siempre si leías entre líneas; las enseñanzas.

Los dioses fueron callados, se cambiaron tríades por cruces, sacrificios de ahorcados y ahogados por misas de agua-vino y pan-carne. Se convirtieron en demonios y hadas. Y parece que ahora quieren que les recordemos cómo eran o nos presentan nuevos puntos de vista de cómo son en verdad.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El mar

Cuando traduzo suelo preguntar cosas a la gente, para ver cómo suenan mejor. Acabo de tener una conversación que me ha parecido demasiado bonita o graciosa como para ponerla en facebook.

¿Qué hace el mar? ¿Murmura? ¿Susurra? Cuando está enfadado, ruge... ¿Qué hace?

Me han respondido que el mar ronroneaba. Como un gato calmado que tiene instinto depredador.

Pero en una traducción a veces no caben las analogías de este tipo.

Así que se ha quedado en que el mar murmura.  

¿Por qué nadie ha inventado una palabra como marmara para un mar que murmura?


Así que va a ser por eso...

Creo que ya sé porqué no escribo en el blog...

Me parece que es porque todas las tonterías que se me pasan por la cabeza y las tonterías que me pasan a mí las pongo en los estados de facebook.

Y porque hago pequeños cómics mal dibujados de situaciones cotidianas.

Y, para qué nos vamos a engañar, me paso el día escribiendo y así como antes escribir era mi vía de escape, ahora es no hacerlo.

Pero eso no significa que vaya a dejarlo por completo. Significa que volveré como siempre vuelvo.

viernes, 20 de abril de 2012

¿Seré capaz?


Los que más o menos me conoceis de cerca sabréis que siento una especial predilección por los bosques y la naturaleza. Ya la sentía cuando era pequeña, cuando hablaba con los árboles y las plantas o me escapaba de donde estaban mis padres para acercarme al lugar donde habían animales, agua o un bosquecito. Mi madre lo sabía y, en lugar de sucumbir al pánico, se acercaba hacia donde había cualquiera de estas cosas y me encontraba. 

Hace años que sueño y fantaseo (o daydreaming en inglés) con tener una casa en el bosque. De hecho, durante mucho tiempo, con unos amigos que también perseguían este objetivo, la llamábamos La Casa Del Bosque. Desde entonces, que voy mirando libros de vida autosuficiente, de esos que te enseñan cosas que la sociedad ha olvidado, pero que en pequeñas comunidades apartadas de las urbes, siguen siendo el pan de cada día. Cómo desplumar un pollo, cuál es la mejor época para plantar nabos, si plantar ajos al lado de las acelgas evita los bichos, o simplemente cómo cortar leña sin rebanarte un brazo. 

Conocimos a un amigo, P., que era jardinero y que, además, había estudiado permacultura (buscadlo en Google). Yo no tenía ni idea de qué era eso. Pero me informé y me encantó la idea. En cuantro palabras, se trata de adaptar tu casa al entorno en el que está y formar una especie de microsistema en el que nada se desaprovecha: el agua se recoge y, según la clase que sea, se distribuye entre la huerta o los árboles silvestres. Lo que más me llamó la atención era que podías hacerte tu propia casa utilizando barro y paja. 

Eso creo que fue el principio. Empecé a interesarme por temporadas en este tipo de casas. Resulta que es una práctica cada vez más extendida, especialmente en EEUU y el Reino Unido y que hasta hay grupos y organizaciones que montan una especie de "campos de trabajo" en los que ayudas a construir una casa de estas características mientras aprendes cómo hacerlo.

Contrariamente a lo que podáis imaginar, estas casas son. una. pasada. En serio, son preciosas. Hay una que es conocida como "La Casa Hobbit", porque parece sacada de La Comarca.

Hay algunas que hasta tienen placas solares, electricidad, agua caliente o suelo térmico.

En mi Tumblr, Titillanduus, suelo poner imagenes de cosas que me inspiran: desde chocolate y té, a bosques, árboles, ilustraciones... o casas de ensueño. Yo les pongo la etiqueda de "Dream house". Para mí, esos pedazos aleatorios de casa son en los que me gustaría vivir algún día.

Gracias a algunas de estas imagenes (y a la labor posterior de documentación) he encontrado blogs, grupos de facebook y páginas sobre este tipo de casa.

Hay gente cuyo sueño es tener un sueldo impresionante y tener su pisito en la ciudad y el chalet de fin de semana. Cuando me enteré que la Casa Hobbit costó 4000 libras me quedé de piedra. Vamos, que si te lo montas bien y encuentras un terreno en venta o donde se permita este tipo de construcción, cuatro mil euros no es "nada" comparado con los 150-350.000 euros que te puede costar un piso normalito en la ciudad.

Uno de mis sueños es lograr eso. Y lo que cada vez me llama más la atención es hacer algún campamento de aprendizaje de este tipo... Y a veces me pregunto si seré capaz de hacerlo. Y luego a si podría dejar de lado mi estilo de vida actual durante un año o dos para construir la casa. Está claro que nunca más será el mismo y que se acercará a mi ideal. Pero... menudo cambio. Y cuántas personas que no entenderían eso. Y lo que cuesta el irte y empezar de cero. Y la pareja, ¿qué pasa si el otro no lo quiere? ¿Cuánto se está dispuesto a arriesgar?

Esta tarde he encontrado a una familia de Dinamarca que se fue a Suecia a vivir en comunidad, en plan totalmente ecologista y autosuficiente. La vida en comunidad (con ésa comunidad en concreto) no fue lo esperado y ahora están rehabilitando una cabaña de madera de hace 100 años en medio del monte con sus 4 hijos. Tienen un blog que es muy interesante de leer sobre sus experiencias en el día a día y de cómo han cambiado las prioridades, los puntos de vista y hasta los miedos. Está en inglés, pero es muy, pero que muy interesante (y las fotos del lugar son preciosas). Se llama "& the pioneer life" (también los podéis encontrar en facebook). [Este es el primer blog, de cuando se marcharon a cambiar sus vidas por primera vez y estuvieron con la comunidad: "and the great escape"].

Si os gusta este tema, para empezar, os recomiendo que os unáis a la página de FB Natural Homes (o podéis visitar también su web), en la que ponen muchas fotos de casas, artículos o comentarios de familias o gente que ha cambiado su estilo de vida.

(Y sigo sin poder poner imagenes porque se cuelga. *yupiii*).

jueves, 19 de abril de 2012

Mercado de hadas


Hoy he tenido un sueño en el que me lo he pasado muy bien y a la vez he tenido un poco de miedo. Normalmente cuando sueño, sé que estoy soñando, pero no tomo el control de lo que pasa, sino que lo saboreo, como viviendo en primera persona una película de la que no sé ni el final ni lo que pasará a continuación. Hoy ha sido una de esas veces. Y por ello, he disfrutado y lo he pasado mal.

Primero estaba con una pareja de amigos y luego con mi madre. Iba dos veces... y lograba salir ambas de un mercado de hadas. A veces también se les llaman "Mercados Goblin". Si estáis familiarizados con el libro Stardust (Neil Gaiman) o habéis visto la película Hellboy 2 (basada en el comic de Mike Mignola), os haréis una idea aproximada de ello. También podemos encontrar una especie de "mercado" de estas características en Neverwhere (también de N. Gaiman).

Pero tampoco era muy así. Habían miles de puestecitos en los que se ofrecían todo tipo de productos inimaginables. Lo que más me llamó la atención es que sabía que la gente eran hadas, a pesar de que se veían casi humanas. Se veían humanas, pero no se sentían humanas. Algunos tenían un aire diferente, menos mundano. Otros tenían los ojos un poco más alargados o alguna cosa diferente. Como una de esas veces que dices "tiene algo diferente, característico, pero no sé el qué exactamente". El mercado tenía forma de laberinto. Claramente estaba pensado para que los pobres humanos nos perdiéramos en él y que, cuando terminara la hora del "mercado", quedarnos atrapados para siempre en su mundo o convertirnos en esclavos de la corte feérica (hay muchas historias con estos ingredientes en el folklore inglés).

Otra cosa curiosa era que, al contrario de todos los mercados que he mencionado antes y, de hecho, de cualquier mercado, es que no había compradores. No pensé en que "la crisis había llegado a ellos", no. Mi teoría es que como cada vez son menos conocidos y la gente se ha olvidado de estas cosas, apenas las recuerdan para volver a ellas. 

En el sueño, no sé como lo hice, pero recordé algunas paradas de referencia y gracias a ello, pudimos salir del laberinto, las dos veces. (La primera creo que debió de ser por chiripa). Allí, el mundo no funcionaba con "giramos a la derecha y luego a la izquierda... et voilà!". No. Si girabas a la derecha o a la izquierda en un lugar en concreto a una hora diferente o con gente diferente alrededor terminabas en otro sitio. Por eso era un laberinto tan bien pensado. También recuerdo algunas miradas de desprecio, de esas que dicen "tú no perteneces a este mundo, lárgate", mientras que otras, claramente intentaban engatusarte para que probaras un producto o compraras un objeto y así tuvieras que quedarte. Los mercados de las hadas se rigen por normas totalmente diferentes a las nuestras. Son muchos los relatos en que te advierten de los peligros de comer comida feérica, o beber de su agua o vino. En la mayoría de casos, hacen que te quedes atrapado en ese lugar. Otros, supone un gran castigo.

Pues bien. Este sueño y lo que acabáis de leer es el origen de una idea. El origen que un día u otro evolucionará en un relato, o en una frase, on en una referencia en algún texto que escriba. Una de las historias con materia para hacer de ella "novela" se titula "El Mercado". Está dentro de la carpeta "Historias Oníricas". Básicamente, porque como adivinaréis, los sueños como este, me dan material para escribir.


(Es una pena que blogger me de errores al intentar insertar imagenes. ¿Habéis hecho click en los enlaces?).



jueves, 5 de abril de 2012

"¿Y esto?"



Os preguntaréis. Llevaba tiempo pensando en cambiar la plantilla del blog (creo que llevo usando la misma desde 2007 o 2008). He puesto esta durante unos días hasta que encuentre otra que me guste más :). ¿A vosotros os aparece una imagen de fondo? A mi me aparece y desaparece :( No sé si es la configuración o algún que otro poltergeist de los internetes o qué.

En fin, que ya le pegaré un buen cambio a esto.

sábado, 11 de febrero de 2012

Flores de colores



Creo que mañana, cuando vuelva de pasear a mi perrita Nahia, me compraré unas flores de colores, en una floristería a medio camino de mi casa y el parque, para alegrarme la mañana, la tarde y la noche, y antes de que se pongan mustias, las secaré entre las páginas de algún libro. Mejor de varios, para encontrármelas de sorpresa cuando los relea.

También le compraré flores a mi madre. No se necesitan excusas, no se necesitan fechas especiales para poner un poco de color y sonrisas en nuestras vidas :).

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Y si...?



¿Y si termino deberes, obligaciones y "tengo que", agarro a Nahia y me voy de viaje a otro sitio?

Me apetece ver otros lugares. Y creo que también me apetece estar un poco sola. Disfrutar de mí misma.


Nahia es mi perrita. Bueno, nuestra.

sábado, 4 de febrero de 2012

Muertes.


¿Cómo sería el mundo si ya no estuviéramos en él?
Me gustaría pensar que si yo no estuviera en el mundo, si muriera, se notaría. Quiero decir, que la pequeña diferencia que marco, se notaría.
Lo triste y grande a la vez, es que no, no se notaría nada a gran escala. Somos inmensamente pequeños y miles de personas mueren cada día y nuestras vidas son iguales. No les notamos en falta, excepto si son alguien que conocemos.
¿Alguna vez habéis pensado en que tal vez no habéis conocido un amigo o amiga porque se ha muerto? Yo sí. Cuando recién cumplidos los dieciséis conocí a una chica, con la que rápidamente conectamos y nos hicimos grandes amgias, a pesar de lo diferentes que éramos, y me contó que un par de años antes había tenido un accidente de tráfico (un coche se la llevó por delante)... Le faltó un tris de morir. De hecho, los de la ambulancia pensaron que estaba muerta. 
Y yo pensé en que... qué fuerte. Una persona que ahora es muy importante para mi casi muere. Casi no la llego a conocer. Casi no conozco a su hermana. Casi no conozco a mi pareja porque su hermana no se equivocó al añadirme en una conversación de MSN hace nueve años. Cuantos casi juntos, ¿verdad?

Si nos paramos a pensar, nuestra vida actual es casi un puñetero compendio de malabarismos, lleno de posibilidades y situaciones que cambian a cada instante.
Lo que hacemos, dejamos de hacer, pensamos o simplemente no hacemos nos marca de tal manera que cuando te paras a pensar un poquito, da hasta vértigo.
Ahora mismo soy incapaz de imaginarme dónde estaría ahora mismo si en otros momentos hubiera decidido hacer otra cosa. Es cierto que hay acontecimientos y decisiones en nuestra vida que nos marcan el futuro. Grandes decisiones. Pero esas son las fáciles, porque nos damos cuenta, porque son grandes porque "eh, eso es una montaña de las grandotas". Las pequeñas, las del día a día, las de: "hoy me haré una tortilla para cenar" o "sacaré a pasear al perro a las 15:31 en vez de a las 16:49", ésas, sin duda, son las que marcan la diferencia.

Cuando en 2010 tuve un accidente de tráfico, cuando pensé que posiblemente la palmaría o quedaría bastante afectada, no pensé en mi família, en mi perro, en mis amigos, en mi pareja ni en planes de futuro.  Tampoco me pasó mi vida por delante. Recuerdo claramente que pensé: No me jodas.


jueves, 2 de febrero de 2012

Echar de menos



Echamos de menos a personas, que están, que se fueron, que se marcharon o que están contigo, pero a la vez no están.
Echamos de menos olores, sabores, lugares, sonidos...
Echamos de menos cosas que no sabemos que nos faltan hasta que ha pasado mucho tiempo y las notas. Como cuando, conscientemente dejas de respirar y, de repente, tu cuerpo toma una bocanada de aire y recuerdas que hace varios segundos que no respirabas.
Echamos de menos cuando hay algo que tenemos ahora que no termina de llenar un vacío de algo o de alguien que estaba antes. Y es que parece que no entendamos que los vacíos que se nos quedan, nada ni nadie más que lo que/quien ha dejado el vacío puede llenarlo. Pero no, siempre tratamos de llenarlo con cosas. Mantenemos la mente ocupada trabajando, leyendo, mirando la tele... Haciendo cualquier cosa por alejarnos del aquí y el ahora. Tratamos de no escucharnos a nosotros mismos porque, para el día a día es más fácil seguir así. 
Porque, ¿cuándo nos viene bien una charla de esas de "tenemos que hablar" contigo mismo? De esas de ¿se puede saber qué estás haciendo? Si hay algo que no te gusta, cámbialo. Si te gusta, quédatelo. Y si no te gusta y no se puede cambiar, o lo aceptas o te vas. Hay miles de opciones. Las tenemos todas y, aún así, nos da pereza, miedo o mil y una cosas, sentarnos a hablar con nosotros mismos.
Y entonces te levantas un día y te das cuenta de todo lo que echas de menos. Que ojo, lo que tienes ahora está muy bien. Pero, ¿ves? no es lo de antes. Es distinto.
Creo que necesito un descanso. Estoy en plena carrera de fondo y no puedo parar, aunque lo necesito. 
Hay momentos en que me siento como una actriz-directora de cine, que estoy viendo la película a la vez que actúo. Es raro. Me gustaría solamente actuar y no ver la película. 
Echo de menos algo que tuve una vez y aprecié mucho, pero que ahora, al buscarlo, ya no lo encuentro, a pesar de que está conmigo.
Echo de menos respuestas. Echo de menos la respuesta a una carta que envié, a corazón abierto. Las frases a medioacabar, a veces son bonitas, pero los puntos suspensivos al final de un capítulo, no. 
¿Me estoy desahogando? Creo que sí. Lo necesito un poco. Mañana será otro día, estaré menos cansada y todo tendrá otro aire. 
Mientras, escribo y miro una perrita que hace poco que ha encontrado un nuevo hogar, donde ya no pasa hambre ni frío, donde recibe carícias y amor, donde cada día se extraña de algo y aprende una cosa nueva.


domingo, 22 de enero de 2012

Leyendas entre los árboles


Muchacha, te contaré algo: el mundo está lleno de historias. Todas las personas y todas las cosas tienen historias que contar. A algunas de ellas se llega a través de gente como yo, que las relata para que no se olviden. Otras, en cambio... se viven. ¿Entiendes?
Y V asintió, aunque no estaba segura de comprenderlo del todo.
Ahora tú debes decidir si seguirás siendo una oyente o, por el contrario, saldrás en busca de tu propia historia... Pero solo si te arriesgas a vivir esa hostiroa sabrás como concluye. A no ser, por supuesto, que esperes a que otra persona la viva por ti. Entonces es posible que dentro de un tiempo conozcas el final en boca de alguien como yo.
(Donde los árboles cantan, de Laura Gallego).

Ilustración: Cris Ortega.